"Aunque muriera allá arriba, nadie me haría caso"
El obrero que se subió a una grúa para denunciar un impago a su empresa baja tras 281 días de protesta
Doney Ramírez se ha bajado del cielo para volver a la Ciudad de los Ángeles, el barrio de Villaverde en el que tiene su casa. Ahora estará más cómodo, pasando las navidades con su familia, jugando con sus tres hijos al lado del árbol de plástico que adorna su salón; mucho mejor que metido en una tienda de campaña del tamaño de un zulo sujeta al brazo de una grúa de 40 metros de alto. Pero sabrá que ha perdido una lucha por la que pasó 281 días sufriendo. "Es frustrante, ¿sabe? Haber sacrificado tantas cosas y que no haya valido para nada". Ramírez llevaba un mes sin beberse una cerveza. Ayer abrió una lata y explicó por qué el jueves a las nueve de la noche decidió abandonar su protesta.
Ploder no ha liquidado su deuda pero explotará el aparcamiento
Este obrero colombiano se subió a una grúa el 3 de marzo pasado en Pozuelo de Alarcón, el municipio en el que su empresa (Jigar) estaba subcontratada para hacer las estructuras de una obra de 23 millones de euros: un aparcamiento subterráneo con una casa de la cultura encima. La potente constructora encargada del proyecto, Ploder Uicesa, había entrado en un concurso de acreedores (antigua suspensión de pagos) y le debía 150.000 euros a la empresa de Doney.
Él se ofreció a aguantar arriba hasta que Ploder saldase la deuda o el Ayuntamiento, que concedió la obra a Ploder en un concurso público, buscase una fórmula para solucionar los pufos de la constructora.
El Consistorio siempre mantuvo que no le correspondía arreglar el asunto, que los problemas de Ploder no eran sus problemas, aunque los conociese desde hace tiempo. En octubre de 2009, Ploder se declaró insolvente; tenía una deuda de 315 millones de euros. Este problema no impidió que seis meses antes el Ayuntamiento -gobernado por Jesús Sepúlveda (PP)- le diera cuatro millones más para continuar el proyecto. Supuso una ampliación de presupuesto del 16%, cuatro puntos menos de lo que obliga a los municipios, según la ley, a volver a sacar a concurso las obras a las que se añade dinero sobre la marcha. Hoy, Jesús Sepúlveda ya no es alcalde y está imputado en el caso Gürtel, la mayor trama de corrupción en España ligada a un partido político, el suyo. Lo ha sustituido Gonzalo Aguado, concejal de Urbanismo cuando se inyectaron cuatro millones a Ploder, y que comunicó ayer su alegría porque Doney Ramírez, de 35 años, se bajó de la grúa. "El desenlace de la situación es una gran noticia para todos; las manifestaciones de debilidad física de Doney y las bajas temperaturas no nos hacían presagiar nada bueno", observó el actual regidor. Un hijo del obrero juega a la consola sin atender a lo que dice su padre. "Yo no quería este final", dice Doney. "Por eso aguanté, pensaba que cuanto más tiempo pasase en la grúa, más nos apoyarían. Al final me di cuenta de que no me harían caso ni aunque muriera allá arriba".
El martes se inauguró el aparcamiento subterráneo. Pozuelo Infraestructuras -participada al 100% por Ploder- lo explotará durante 37 años (una concesión del Ayuntamiento a cambio de la inversión de 18 millones de euros que hicieron en la obra). Y Ploder no pagará los 150.000 euros que debe a la empresa de Doney.
El dueño de Jigar, Arturo Sandín, dijo ayer que no les quedaba otra opción que terminar la protesta. Ploder no les va a dar su dinero, pero al menos retirará la denuncia que les puso por ocupar la grúa con su empleado. "No pudimos hacer más", lamentó Sandín, que durante la protesta ha continuado pagando a Doney su sueldo de 1.300 euros mensuales.
Jehová es mi pastor. Nada me faltaba. Salmo 23. En la salita de Doney, pegado en el fondo de una estantería, hay un cartel con esa leyenda. El obrero es católico practicante. Cuando estaba subido a la grúa, por las noches, rezaba dentro de la tienda de campaña. Doney sale de un suplicio de nueve meses, colgado a 40 metros de altura sin un aparato con el que calentarse en invierno o refrescarse en verano, aseándose con una botella de agua, haciendo sus necesidades en bolsas de plástico y tirándolas al vacío desde arriba. Él le quita mérito. "No soy un héroe, solo estaba luchando por cobrar una deuda injusta". Este mes descansará. En enero volverá a su estado normal: trabajando en una obra, debajo de una grúa.
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