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JOAN LLINARES

El gestor métodico que quiso llegar hasta el final del expolio

Lluís Pellicer

Hacer una paella, dicen los entendidos, implica toda una liturgia. Desde colocar el arroz en forma de cruz hasta, siendo muy quisquilloso, hacerse traer el agua de Valencia. Quienes conocen a Joan Llinares, hasta ahora director general del Palau de la Música, coinciden en que es un "artista de la paella". No solo de cocinarla, sino de todo su ritual. Y eso encaja con un hombre que sus colaboradores califican sobre todo con tres adjetivos: meticuloso, honesto y austero.

Ese trabajo metódico también lo ha convertido en una persona que ha ido cerrando etapas. Llegó al Palau de la mano de las Administraciones cuando acababa de dejar la gestión del MNAC y se había instalado ya en la Comunidad Valenciana, donde pensaba recuperar su plaza de interventor y cuidar de sus naranjos, otra de las liturgias que le apasionan. Cuando llegó al Palau, ya avisó de que estaría al frente solo unos meses. Tal vez cinco, los que calculaba que tardaría en poner orden.

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A su llegada, Llinares halló un entorno hostil, sobre todo de quienes todavía guardaban una lealtad casi inquebrantable a Fèlix Millet. De su parte tenía solo a la presidenta de la entidad, Mariona Carulla, a quien le han llegado a recriminar haberle dado demasiada libertad. Poco a poco, los auditores contratados fueron rastreando, desmenuzando y cruzando toda la documentación que hallaban. Hasta que a media investigación abundaban los indicios que señalaban un posible uso del Palau para satisfacer presuntas comisiones a CDC.

No ha sido su único cometido. Bajo su dirección se ha reorganizado la estructura gestora del Palau y se ha preparado el terreno para que la entidad vuelva a ser estrictamente un espacio social y musical. Tras ese recorrido, no pocos sectores políticos y sociales, dentro y fuera del Palau, se airaron contra él. Algunos, por todo lo destapado. Otros, porque se resistían a la entrada de las Administraciones en la entidad, a pesar del desfalco de dinero público de los últimos años.

La decisión del ex presidente en funciones, Josep Maria Busquets, de no pedir una causa separada, que luego se revocó, a punto estuvo de dinamitar todo el trabajo de Llinares en el último año. Fue entonces cuando se percató de que había cerrado otra etapa.

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Sobre la firma

Lluís Pellicer
Es jefe de sección de Nacional de EL PAÍS. Antes fue jefe de Economía, corresponsal en Bruselas y redactor en Barcelona. Ha cubierto la crisis inmobiliaria de 2008, las reuniones del BCE y las cumbres del FMI. Licenciado en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, ha cursado el programa de desarrollo directivo de IESE.

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