Será que no nos convenía
Geopolítica del fútbol: Rusia, el país más grande del mundo, albergará el Mundial de Fútbol de 2018, y uno de los más pequeños, Qatar, el de cuatro años después. La candidatura ibérica, conjunta de España y Portugal, era la que contaba con mejor puntuación, pero no podía decirse que fuera la favorita. Lo era Rusia: porque nunca había sido sede, y tampoco ningún otro país del antiguo glacis soviético; y porque es un país poderoso, con renovada influencia mundial.
De los 19 campeonatos disputados desde 1930, 10 lo han sido en países de Europa occidental y siete en América. El de 2010 ha sido el primero celebrado en África, y hace dos campeonatos se jugó por primera vez en Asia. La ausencia de Europa del Este llamaba la atención. En realidad el desenlace de ayer estaba cantado desde que, el pasado mes de mayo, tropas de la OTAN desfilaron por la Plaza Roja de Moscú junto a soldados rusos en la conmemoración de la capitulación alemana de 1945.
El primer ministro, Vladímir Putin, no consideró necesario reforzar la candidatura con su asistencia a la reunión de Zúrich; no hay de qué extrañarse porque los papeles del Departamento de Estado que se publicaron ayer confirman que su influencia no requiere de su presencia directa: el presidente Medvédev no toma ninguna decisión sin consultársela antes. También resulta significativo que la figura principal de la representación rusa no fuera ningún príncipe, como Guillermo de Inglaterra o Iker de España, sino el multimillonario Abramovich, propietario del Chelsea.
La FIFA integra a 208 federaciones de todo el mundo, 16 más que países se sientan en la ONU, y un campeonato del mundo es visto por miles de millones de televidentes de los cinco continentes. Eso explica que por ejemplo el presidente Zapatero cancelara hace dos días su asistencia a la Cumbre Iberoamericana que se inicia hoy en Chile, y estuviera sin embargo presente ayer en Suiza. Además, un Mundial mueve mucho dinero y crea empleos abundantes. Pero los 22 hombres que deciden han optado por uno de los emergentes BRIC, antes que por dos de los estigmatizados (por los mercados) PIGS.
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