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El recorte de Benestar aboca al cierre a casas de acogida de enfermos de sida

Las asociaciones aseguran que 15 afectados se quedarán en la calle en un mes

Pablo Linde

En la casa de acogida de enfermos de sida de Ourense, prácticamente se necesita un trabajador por cada residente. Quienes viven allí son personas en riesgo de exclusión, en ocasiones en situación terminal. Hasta hace un par de años, la asociación que la lleva, el Comité Antisida de Ourense, recibía de la Xunta 55 euros por persona y día. La Consellería de Benestar bajó la asignación de una tacada un 22% el año pasado. Aguantó abierta gracias a un préstamo, confiando en que en 2011 la ayuda volvería a subir, como aseguran que la titular del departamento, Beatriz Mato, les prometió. Pero lejos de eso, el año que viene la subvención caerá otro 25%. Si nada cambia, en enero tendrá que cerrar sus puertas y dejar en la calle a ocho enfermos. Lo mismo les sucederá a otros siete en Vigo en un centro con idéntico problema.

La consellería alega que cada vez hay más organizaciones que piden ayudas
Los colectivos aseguran que reciben un 47% menos que en 2008

Este será el balance del recorte de unos 130.000 euros en dos años: 15 enfermos de sida sin lugar a donde ir y otros 40 que cada año reciben atención en esos centros que se quedan sin este recurso sociosanitario. Las asociaciones acudirán hoy -Día Mundial del Sida- a la sede de la Xunta en San Caetano para reivindicar un encuentro con la conselleira que permita revertir la situación.Una portavoz de Benestar explicó ayer a este periódico que la partida presupuestaria en la que están incluidas estas ayudas sociales se mantiene el año que viene. El problema es que el número de asociaciones que las solicitan es cada vez mayor y el dinero que se reparte permanece congelado.

Según asegura Agustín González, del Comité Antisida de Ourense, la asignación de Benestar les deja con menos recursos de los que recibían en 1994, cuando comenzó a funcionar el centro. Desde entonces, han atendido a 300 personas. "Literalmente se nos acabó el presupuesto en julio. Este año estamos viviendo de una línea de crédito que no sabemos cómo vamos a pagar", asegura.

En Ourense, el año pasado terminaron con 22.000 euros de deuda. Los responsables de la asociación exigen a la Xunta que asuman la responsabilidad del cierre si no cubre los gastos de mantenimiento de la casa. Tanto la de Vigo como la de Ourense cuentan con cinco educadoras y una cocinera. En A Coruña también hay una residencia, que ha visto como sus ayudas bajaban, pero no de una forma tan acentuada. Gracias a esto y a una subvención extra de la Diputación Provincial, esta casa no tendrá que cerrar a finales de año.

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¿Qué pasará con esos 15 enfermos si las casas se clausuran? Benestar responde que el cierre no depende de la Xunta: "Las ayudas se regulan por una orden anual de concurrencia competitiva. La cantidad varía en función del año y del criterio de la propia orden (número de beneficiarios, calidad del proyecto, etcétera), pero no son centros de titularidad autonómica ni dependen de la consellería a través de un convenio".

Benestar asegura que está en contacto con los colectivos anti sida y que conoce la situación. Las asociaciones afectadas por los recortes, que además de la ourensana son Fase Vigo y Comité Antisida de A Coruña, se quejan, sin embargo, de que fueron recibidas cinco meses después de exponerle la situación, ya cuando en 2009 conocieron los recortes para este año y "solo después de abordar a la conselleira en un acto público".

Las tres organizaciones piden a la Xunta que se las vuelva a escuchar y reclaman que dé una respuesta a las "personas residentes que no tienen otra alternativa que quedar en la calle o, en el mejor de los casos, volver a prisión, de donde salieron por su estado de deterioro orgánico". "Queremos revindicar, en definitiva, el derecho al Estado de bienestar y la salud que la Constitución Española y el Estatuto de Autonomía garantizan para todos los ciudadanos", exponen.

Asociaciones de lucha contra el sida del resto de España se han solidarizado con estas casas y han enviado un modelo de carta a Benestar para protestar por la situación: "No entendemos que una conselleira engañe y mienta a los representantes de las personas afectadas por VIH, ni que cuando el presidente de la Xunta de Galicia está anunciando que en la base de su política económica está el compromiso de mantener e incluso incrementar la inversión social se proceda de manera contraria en el caso de las personas afectadas por VIH-sida".

"Si los echan, se morirán"

La droga llevó a Francisco Manuel Fernández a la cárcel. Su toxicomanía y las jeringuillas compartidas en prisión le dejaron enfermo de sida. Lleva un año y medio en la casa de acogida de enfermos de sida de Ourense. Su estado de salud le sirvió para evitar una nueva pena de prisión por los hurtos para conseguir droga. Le dieron la posibilidad de ir a una casa de acogida, donde los educadores le ayudan a rehabilitarse y le están echando una mano para que se saque el carné de conducir y , a sus 46 años, tenga más posibilidades de encontrar trabajo cuando acabe su condena, dentro de seis meses.

En la casa de Ourense, tanto él como los otros internos tienen una atención casi personalizada de los educadores, que les proporcionan cursillos y coordinan las tareas del hogar. "Yo he hecho uno de jardinería y otro de carpintería, pero hay de todo. Los hay, por ejemplo, de bordado", expone.

Estos cursillos ayudan a los enfermos a reinsertarse en el mundo laboral, o simplemente en el mundo, porque la mayoría padece un fuerte riesgo de exclusión social. Algunos ni siquiera pudieron explicarse para este reportaje por el avanzado estado de su enfermedad, según explicaron los educadores de la casa.

Con un mes por delante para su posible cierre, Francisco Manuel asume que puede que tenga que volver a ingresar en prisión. Él se sabe un afortunado entre los residentes de la casa, ya que, si se clausura, otros se quedarán sin nada. "A muchos de aquí no se les puede echar a la calle porque se morirán", resume. No tienen familia ni nadie que se pueda encargar de ellos más que las asociaciones que regentan estas casas. Ellas aseguran que ni siquiera disponen de suficientes plazas para atender a todos los enfermos que lo necesitarían en Galicia y tienen que derivarlos a otras comunidades.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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