Tabacaleras al contraataque
El imperio (del tabaco) contraataca. Acosado en los países desarrollados por restricciones a la publicidad y cierres de lugares públicos al humo, las grandes tabacaleras (británicas y estadounidenses fundamentalmente) han emprendido la tarea de contener la marea prohibicionista. El método más novedoso es el de denunciar las normas emprendidas por países más indefensos contra el gran imperio de la nicotina. Philip Morris ha denunciado a Uruguay y Brasil. En el resto han recurrido a métodos más tradicionales, como las campañas para evitar mayores males a su negocio. Es el caso de Irlanda, Noruega y Australia, donde Philip Morris ha contado con la colaboración de Bristish American e Imperial Tobacco.
La estrategia comporta, en todo caso, un cambio, dado que en los últimos tiempos, tras ponerse en los años noventa al descubierto los embustes de la industria tabaquera, se había resignado a los nuevos tiempos y se limitaba a tomar una actitud defensiva.
La estrategia ofensiva ha llegado a España. La nueva ley antitabaco, que prevé una prohibición total del humo en los lugares públicos cerrados, ha desbordado la paciencia de los fabricantes de cigarrillos.
La nueva ley española es la más radical del mundo y fracasará", dijo hace 15 días en este periódico el presidente de Altadis, Dominic Brisby. "Solo hay un par de países con leyes más radicales; como Bután, un país del Tercer Mundo donde la gente viaja en burro", añadió el ejecutivo.
No debiera Brisby ser tan despectivo con el Tercer Mundo porque es ahí donde compañías como la suya hacen el agosto. En Indonesia, por ejemplo, las cajetillas usan hasta dibujos animados para atraer la atención de los niños. Gracias a países como Indonesia, la industria del tabaco sigue aumentando las ventas a nivel mundial a un ritmo del 2% anual.
Un estudio de la OMS publicado esta misma semana echaba de nuevo por tierra toda la estrategia: el tabaquismo pasivo causa cada año 600.000 muertes en todo el mundo, siendo los niños el grupo de población más afectado. Frente a tales datos, las quejas contra la nueva ley de la industria, así como la de los hosteleros españoles, a los que apoya, por cierto, Philip Morris, palidecen.
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