El espejismo italiano

La cartelera es una mentirosa. Porque a Madrid nos llegan títulos como Io sono l'amore, Vacaciones de ferragosto, Il divo o Gomorra y pensamos que el cine italiano está saliendo del cataclismo en el que se hundió hace dos décadas, aunque lucieran oscars y premios con Salvatores, Tornatore y Moretti. Craso error. El cine italiano no levanta cabeza artísticamente, tal y como está hoy en día su producción y distribución en manos de las empresas de Berlusconi, que controla hasta a directores a priori en sus antípodas ideológicas como Michele Placido. Eso sí, de producir simpáticas comedias taquilleras saben un montón. Y no hay más que ver el Festival de Cine Italiano que se celebra en los cines Verdi (Bravo Murillo, 28), con entrada libre, que se recoge media hora antes en las taquillas de la sala, y que se clausurará el jueves 2. No acaba de salir la cosa más allá de la comedia algo costumbrista y muy localista. El mejor ejemplo de esta tristeza artística se puede ver en La prima cosa bella, de Paolo Virzì (responsable de, por ejemplo, N. Napoleón y yo), la opción italiana a los Oscar, que cerrará el certamen el jueves por la noche. Hay que acercarse a espiar a los rivales transalpinos, aunque con historias de regresos a casa y madres a punto de morir... Y luego dicen del cine español.