Diálogos de besugos
- Más cultura. Lema central de Ciutadans en el debate: "los alumnos tienen que terminar dominando tres idiomas: catalán, castellano e inglés". Debe de andar muy preocupado por la gramática de su equipo de campaña. En un folleto han escrito "volem la independència" en lugar de "volen" y en los folletos enviados a las casas dice: "Rebélate por la convivencia, la libertad y para que la política está a tu servicio". Deberían haber escrito "esté". Lo suyo no es la gramática, en ningún idioma.
- Ya no hay empresarios. Todos los candidatos, menos Joan Herrera, a quien el empresariado le cae lejos, se llenaron la boca al hablar de los "emprendedores". Para los no iniciados: antes se llamaban empresarios. ¿Por qué ese empeño en rebautizarlos?
- Silencios. Algunos de los candidatos intentaron como locos llevar a Artur Mas al Palau. No fue. Será que no le gusta esa música. El caso es que Mas mantuvo un constante silencio y no entró al trapo ni siquiera cuando Rivera dijo lo catalanes que son los que han robado en la institución. Solo una vez aludió al expolio y fue para pedir que no se hablara del asunto.
- Iteración. Alicia Sánchez-Camacho hablaba tan deprisa que parecía Van Halen. Y en una de estas anunció: "Las familias catalanas han perdido capacidad adquisitiva y las familias catalanas no han ganado capacidad adquisitiva". Ideas más que claras.
- Errores y otras cosas. Mas y Montilla se abonaron a callar, como si el debate, en el fondo, no fuera con ellos. Solo hubo otra persona que pareció más ausente: el moderador. Desbordado por todas partes y echando la culpa a los demás.
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