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Faulkner asalta la mesa de novedades

El autor de 'El ruido y la furia' protagoniza una insólita avalancha de títulos en las librerías españolas - Editores y escritores certifican la vigencia de su literatura

Elsa Fernández-Santos

William Faulkner se consideraba un poeta fracasado que llegó a la novela como último estadio para desarrollar la endemoniada ambición literaria que nació, de la mano de Sherwood Anderson, con La paga de los soldados en 1926. Anderson, compañero de borracheras por las calles de Nueva Orleans, instó al joven aspirante a seguir sus pasos más allá de la bebida. A Faulkner le gustó el reto: si gracias a la literatura podía vivir como su amigo -es decir, con poco más entre las manos que tabaco, whisky, lápiz y papel- ese era su destino. Lo que nadie presumía entonces es que detrás de aquel primer impulso nacería un universo literario cuya tensión narrativa y poética todavía hoy no ha encontrado igual.

Justo Navarro: "Hoy, cuando predomina la lógica de videoclip, es difícil leerle"
"Algo habrá en el ambiente para traerle otra vez", dice la editora Pilar Reyes
Muñoz Molina: "Su influencia fue mayor en Latinoamérica que en EE UU"
"Si pudiera volver a escribir mi obra lo haría mucho mejor", dejó dicho Faulkner

La posibilidad de reencontrarse otra vez con su obra asalta ahora las mesas de novedades de las librerías españolas. La reedición en Alfaguara de buena parte de sus novelas (de Sartoris a Santuario, El villorrio, El ruido y la furia o Luz de agosto) y de dos de sus libros más desconocidos -Mosquitos (Alfabia) y la mencionada ópera prima, La paga de los soldados (RBA)- devuelven la posibilidad de releer, leer o, directamente, descubrir a este escritor de escritores cuya vigencia ya fue reclamada hace más de una década por Javier Marías cuando publicó Si yo amaneciera otra vez, una selección de 12 poemas (traducidos por el propio autor de Corazón tan blanco) que precisamente también coincide ahora en las librerías reeditado por Debolsillo. Marías arremetió entonces contra los lectores y críticos "perezosos" que ponían entre paréntesis a un autor fundamental.

"Faulkner ha perdido crédito entre la masa de los lectores, que ya no recuerdan que hay otras formas de escribir que no sean como en un guión cinematográfico", señala el escritor y crítico Justo Navarro. "Ahora que lo que predomina es la lógica instantánea del videoclip o de Internet es difícil leer a Faulkner, que exige atención a la página y a la música de las palabras. Su fuerza visual e imaginativa es hoy especialmente estimulantes. Lo lamentable es que no se lea más".

Sin conmemoraciones ni aniversarios ni festejos a la vista resulta curiosa la coincidencia de sus títulos. "Es puro azar", explica Pilar Reyes, directora editorial de Alfaguara. "Así que algo habrá en el ambiente para traerle otra vez. Lo que es inimaginable es que no estuviera todo disponible. El ruido y la furia llevaba años agotado". Reyes explica que, en el caso de Alfaguara, se trata de una política de rescate de autores importantes a través del rediseño de portadas o de colecciones como las de Cuentos completos. ¿Y se venden los clásicos? "Los cuentos completos de Faulkner se agotaron", asegura.

Guionista mercenario en Hollywood y solitario creador de un cosmos (el condado de Yoknapatawpha) en el que movía a sus personajes como un dios mueve las fichas de un tablero, Faulkner era un hombre tímido, retraído con las mujeres, marcado por su baja estatura y un bebedor incombustible ("entre el whisky y la nada me quedo con el whisky", decía). Cuando en 1949 recogió el premio Nobel de literatura su discurso reivindicando las verdades universales del hombre como germen de toda gran literatura agigantó aún más su pequeña figura. La influencia de Faulkner en los escritores latinoamericanos del boom fue una de las vías de entrada de su obra en España.

"Para los escritores latinoamericanos Faulkner nunca ha estado fuera del cuadro", señala el colombiano Juan Gabriel Vásquez. "A través de la lectura que hizo el boom de su obra Faulkner siempre estuvo muy presente para nosotros".

"En España, Faulkner se tradujo muy pronto", recuerda Antonio Muñoz Molina. "Tengo una primera edición de Santuario, que es de los años treinta. Pero mi descubrimiento llegó a través de Juan Carlos Onetti, que hablaba siempre de él". "Para muchos", prosigue el autor de El jinete polaco, "el camino de entrada en España fue a través de Juan Benet, pero yo llegué a través de los autores latinoamericanos". Muñoz Molina explica que en EE UU su presencia es básicamente académica: "no tiene herederos literarios, quizá Cormac McCarthy, pero la literatura en EE UU ha ido en otra dirección. Se ve a Faulkner como un escritor regional, sureño, y por eso tiene más repercusión entre escritores españoles o latinoamericanos que entre los estadounidenses, que ven su obra demasiado barroca y recargada".

José Luis López Muñoz (que ha traducido, entre otras, Bandera sobre el polvo -obra que daría lugar a Sartoris- para Seix Barral, el propio Sartoris y la trilogía de los Snopes: El villorrio, La ciudad y La mansión) recuerda que la concesión del Nobel precipitó las traducciones al castellano. "No hay escritor que no haya leído a Faulkner, porque la primera tentación de todos los escritores es querer escribir como él. Es épico y tiene, aunque cuente la historia más trágica, sentido del humor. La influencia en Vargas Llosa, García Márquez o Benet fue inmensa y de ahí pasó a las siguientes generaciones". Para López Muñoz Sartoris es la mejor puerta de entrada al escritor: "A Faulkner hay que entrar despacio y con ganas, como se entra al Ulises de Joyce. Sartoris es una introducción maravillosa a su mundo. Y de ahí se puede saltar a la trilogía de los Snopes, que no son tan complicadas como El ruido y la furia".

Y entonces, el problema quizá es salir. "El dramatismo, la profundidad; siempre me conmovió que con sus personajes más odiosos hay un momento en el que Faulkner se identifica, y nosotros con él, y es entonces cuando los convierte en seres humanos y te recuerda que no existen los maniqueísmos, que nadie es el mal", explica el traductor.

Cerca del final de su vida Faulkner reconoció que veía su obra como un espléndido fracaso lejano a cualquier perfección posible. La cuestión no era ser mejor que los demás, confesó una vez el escritor sureño, sino ser mejor que uno mismo. "Si pudiese volver a escribir mi obra lo haría mucho mejor, y ése el mejor estado en el que puede hallarse un artista", dijo en 1956 en una de las pocas entrevistas que concedió. En aquel mismo encuentro le preguntaron qué sugería a los que después de leer dos o tres veces sus libros seguían sin entender nada. "Que lo leyeran cuatro veces".

Inundación de prosa sureña

Estas son las novedades faulknerianas, de reciente o próxima aparición, que coinciden en las librerías españolas:

- La paga de los soldados, 1926 (RBA).

- Los mosquitos, 1927 (Alfabia).

- Sartoris, 1929 (Alfaguara).

- El ruido y la furia, 1929 (Alfaguara).

- Luz de agosto, 1932 (Alfaguara).

- El villorrio, 1940 (Alfaguara).

- Si yo amaneciera otra vez (Debolsillo). Poemas.

- Cuentos reunidos (Alfaguara).

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’
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