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Columna
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Ni Núremberg ni matar a un ruiseñor

Jueces y fiscales ven con indiferencia el futuro judicial de Otegi

¿Significa progreso el que el antropófago coma con cuchillo y tenedor? Esta reflexión del poeta polaco Stanislaw Jerzy Lec ilustra como ninguna la desconfianza de la ciudadanía ante el estruendo generado por la izquierda abertzale al anticipar el fin de la violencia sin que ETA haya decidido disolverse.

Tampoco contribuyen a la calma declaraciones como las del histórico dirigente Tasio Erkizia, que el pasado 15 de junio afirmó: "Hay más razones que nunca para la lucha armada, pero menos condiciones objetivas y subjetivas que nunca". Erkizia se refería a que Europa les había dado la espalda al avalar las ilegalizaciones de Batasuna y otras organizaciones de su entorno y a que con más de 700 presos y las detenciones sucesivas de las direcciones políticas, la sociedad había mirado hacia otro lado. Por eso justificaba que la lucha armada "no tiene futuro si no es capaz de poner patas arriba al Estado y si el pueblo, y la propia izquierda abertzale, están sufriendo muchas veces más con las acciones de ETA que el propio enemigo".

Pero, sea por la razón que sea, Batasuna ha apostado por el fin de la violencia y toda hiedra en el desierto es una flor. El caso es que, decidida la estrategia, se ha propuesto quemar etapas: quiere sacar a su líder de la cárcel y estar en las elecciones. Lo que ocurre es que, ahora que están en horas bajas, nadie, salvo ellos, tiene prisa.

No obstante, la estructura propagandística de Batasuna ha puesto todos sus recursos en el juicio por enaltecimiento del terrorismo celebrado hace unos días contra Arnaldo Otegi.

Un espíritu sensible, como mi amigo Javier, que reside en Euskadi y lee los salmos y a Gil de Biedma, cree que la izquierda abertzale ha convertido este caso en una mezcla entre los juicios de Núremberg, por su trascendencia y repercusión, y el de Matar a un ruiseñor, dando por sentado que una eventual condena de Otegi supondría matar la inocencia, como en la novela de Harper Lee.

Y nada peor que defraudar expectativas, como ya ocurrió en 2007 con el caso Ekin, cuando los portavoces de los imputados hacían las cuentas de la lechera en las puertas de la Audiencia Nacional, explicando cómo serían absueltos, y la sentencia estableció, junto a las 47 condenas, que "KAS era parte de las entrañas de ETA y Ekin, su corazón". Un mazazo en las ilusiones.

En el pasado, jueces y fiscales de la Audiencia Nacional hicieron el esfuerzo de buscar la interpretación más favorable de la ley para no poner palos en las ruedas de un proceso de paz que saltó en pedazos con el bombazo de la T-4 de Barajas.

Ahora, Otegi -junto con Joseba Permach y Joseba Álvarez- se enfrenta a 18 meses de prisión por supuesto enaltecimiento del terrorismo en el mitin del 14 de noviembre de 2004 en el velódromo de Anoeta, en San Sebastián, donde se jactó de ser "un portavoz ilegal" en "un acto ilegal de una formación ilegal". Pero todo ocurre ante la indiferencia de esos mismos jueces y fiscales que no se creen el mensaje batasuno de que con el líder en libertad sería mucho más fácil convencer a las bases de los beneficios del fin de la violencia.

Sin embargo, y aunque un camino por largo que sea se empieza siempre por el primer paso, el camino judicial de Otegi se presenta desolador. Porque en los próximos meses se enfrentará a dos juicios por delito de pertenencia a banda terrorista.

Todavía no se sabe cuál se celebrará antes, pero para el próximo trimestre está previsto el juicio por el caso Bateragune -el enésimo intento de reconstruir la ilegalizada Batasuna-, con una petición de pena para Otegi superior a 10 años de cárcel.

Y también para la próxima primavera se prevé la vista del sumario 35/02, es decir el caso Batasuna-herriko tabernas, un proceso con 40 imputados, en el que la fiscalía pide para él 12 años de prisión como integrante de ETA en grado de dirigente. Ambos casos, teniendo en cuenta los documentos existentes, los precedentes y las sentencias del Supremo sobre el entorno de la banda, no auguran un buen pronóstico.

Es obvio que, independientemente de su absolución o condena por su intervención en el mitin de Anoeta, lo que le queda es muchísimo más preocupante para él y que su puesta en libertad no parece inminente, sino todo lo contrario.

Y a la vista de todo ello, quizá a Otegi le sea de aplicación el aforismo de Stanislaw Jerzy Lec: "Cuando el agua te llega al cuello, no te preocupes si no es potable".

Arnaldo Otegi, durante su último juicio.
Arnaldo Otegi, durante su último juicio.AFP

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