Los socialistas afrontan en Cataluña su primer examen electoral en plena crisis
CiU se reivindica el 28-N como única garantía sólida para encauzar la economía
"Hoy hemos perdido dos Gobiernos de golpe, el de España y el de Cataluña". Este particular análisis lo hacía en privado un dirigente del Partit dels Socialistes de Catalunya el pasado 12 de mayo, cuando no había pasado ni media hora desde que José Luis Rodríguez Zapatero anunciara en el Congreso la congelación de las pensiones y el primer tijeretazo de la historia al sueldo de los funcionarios.
Seis meses más tarde, los socialistas afrontan en Cataluña y desde las cero horas de hoy su campaña más difícil desde que accedieron a la Generalitat en 2003. El objetivo es quitarse el pesimismo de encima y convencer a su castigado electorado de que los recortes eran necesarios para volver a la senda del crecimiento. El mensaje, de momento, no ha calado y todas las encuestas vaticinan que el primer gran batacazo de los socialistas tendrá lugar precisamente en la comunidad que llevó a Zapatero en volandas a La Moncloa.
A 15 días de las elecciones, la mitad de los socialistas están desmovilizados
CiU aspira a un Gobierno en solitario pero no se cierra a ningún pacto
José Montilla se ha desgañitado las últimas semanas en repetir el mensaje de que los recortes sociales se han llevado a cabo en toda Europa, no solo en España, y por parte de todo tipo de Gobiernos. La diferencia, según insiste Montilla, es que "unos lo hacen para mantener el sistema, los otros para cargárselo".
En un intento de dar credibilidad al mensaje ante su electorado, el PSC hasta ha recurrido a la figura de Felipe González, adorado por las bases del partido, para hacer pedagogía. En un mitin la semana pasada en un barrio popular de Badalona, el ex presidente del Gobierno dejó a un lado cualquier cuestión catalana y, sin apenas citar a Montilla o al PSC, dedicó media hora a explicar por qué Europa y España deben ajustarse el cinturón. Aún así, admitió que la izquierda está "desconcertada" y que debe prepararse para tiempos duros.
Para el PSC, esos tiempos duros pueden traducirse en pasar una larga temporada a la oposición si no logra movilizar a su electorado. En estos momentos, solo la mitad de los que votaron al PSC en 2006 tienen decidido que repetirán voto para Montilla, según la última encuesta de la Generalitat. La otra mitad nada en el desconcierto al que se refería González o se ha pasado directamente a apuntarse al "cambio" que predica el líder de CiU, Artur Mas, que ha logrado hacer cuajar su mensaje de que otro tripartito de la izquierda en Cataluña sería poco menos que una plaga bíblica. Artur Mas promete pocas cosas más allá de abanderar este cambio. Quiere gobernar en solitario, pero no descarta ningún pacto. Su programa económico es suficientemente vago como para no asustar tampoco a la izquierda: promete un "ajuste" en los impuestos, que no una rebaja generalizada; aboga por mantener la sanidad gratuita, pero con desgravaciones fiscales para quienes contraten una mutua. Y se fija el objetivo de bajar el paro a la mitad en cuatro años.
Para resaltar su agenda nacionalista, lo envuelve todo bajo otro paraguas no menos inconcreto, que es el de negociar con el Gobierno un sistema fiscal para Cataluña similar al concierto económico. Eso sí, sin concretar el Cupo, la clave de bóveda para analizar si es viable la extensión a Cataluña del sistema del que gozan el País Vasco y Navarra.
Por inconcretas que puedan ser estas medidas, las propuestas de Artur Mas encandilan a entre el 30% y el 40% de los votantes socialistas, según las encuestas, por lo que los nacionalistas han diseñado una campaña de baja intensidad que tiene como principal objetivo no molestar a nadie y, sobre todo, no despertar al votante socialista desmovilizado.
Pero no es CiU el único enemigo del PSC. También disputa su electorado Esquerra Republicana, que espera pescar votantes desencantados con la "docilidad" de Montilla hacia Zapatero en asuntos como el recorte del Estatuto. Iniciativa per Catalunya también acusa a los socialistas de haber traicionado sus principios con los recortes sociales.
Y, por si fuera poco, el PP aspira a abandonar su papel residual en Cataluña a los parados "víctimas de los socialistas". Su candidata, Alicia Sánchez-Camacho, martillea día sí día también con el casi millón y medio de empleos que se crearon en Cataluña con José María Aznar en La Moncloa, contraponiéndolos con el 17,4% de paro actual. Eso sí, se guarda bien de dar recetas impopulares y se limita a prometer inconcretas rebajas de impuestos.
Ante tanta dificultad, los socialistas han decidido blindar a Montilla en su papel de presidente: resaltan su "seriedad", prometen no pactar con el Partido Popular y en su eslogan electoral se limitan a presentarse como "garantía de progreso". Tienen 15 días para evitar que la crisis, y también los avatares del Estatuto y una mala política de comunicación del tripartito, acaben con la mayoría de izquierdas en Cataluña.
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