El Partido Popular catalán teme una fuga de votos a CiU
El Partido Popular sufre en todas las elecciones catalanas una incontenible sangría de votos. Si en los comicios generales sus seguidores nunca bajan de 600.000, cuando llegan las autonómicas el PP empieza a perder fuelle y el voto se le desvanece casi a la mitad. Una parte del cuerpo electoral opta por Convergència i Unió y el resto se decanta por la abstención. Consciente de que entre el electorado conservador ha calado la consigna de derribar al tripartito a toda costa, el PP catalán se teme el peor escenario: que la fuga de sus votos determine una mayoría absoluta de CiU el 28-N.
La presidenciable Alicia Sánchez-Camacho admitió ayer sin tapujos esta eventual y fatídica circunstancia, que arruinaría su objetivo de condicionar el futuro del Gobierno catalán y "moderar" a una CiU a la que ve en imparable deriva independentista. De ahí que centrara buena parte de sus mensajes electorales en alertar sobre una hipotética ruptura política con España en caso de una abrumadora mayoría de Artur Mas.
La estrategia de Sánchez-Camacho no es baladí. CiU y PP mantienen una frontera programática muy compacta en cuestiones de nacionalismo catalán, pero intercambiable en propuestas económicas y sociales. Por eso, una no despreciable parte de los votos bascula en las urnas entre uno y otro partido.
Los ataques a CiU discurrirán en paralelo a denunciar la "pésima" gestión del tripartito pero centrados, casi en exclusiva, en el Partit dels Socialistes porque de refilón también se ataca a Zapatero. El PP considera que estas elecciones son el preludio de su acceso a La Moncloa.
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