La cotización de la confianza
Las personas confiamos unas en otras en mayor medida cuando tenemos cosas en común, no solo en cuestiones de religión y lengua, sino también de niveles de ingresos. La desigualdad es corrosiva. Cuanto más igualitaria es una sociedad más confianza genera. Y no solo es una cuestión de renta: donde la gente tiene vidas y horizontes similares es probable que también compartan lo que se podría denominar una visión moral. Los impuestos son una reveladora ilustración de la confianza. Confiamos en que todos pagarán sus impuestos. Confiamos en que el Gobierno los gastará adecuadamente. Y confiamos o establecemos un pacto intergeneracional entre quienes nos han precedido y quienes nos sucederán para organizar razonablemente el pago de las deudas pasadas y de los futuros gastos. Cuando la confianza se rompe es muy difícil parar el círculo vicioso del recelo y del resentimiento. Por el contrario, si se restaura y se pone en marcha el círculo virtuoso que conduce a los ciudadanos a confiar en la política y en el Gobierno, terminamos observando que al final disminuyen las desigualdades y aumenta la cohesión de la sociedad.
Dos grandes países americanos han ido a las urnas esta semana, un momento especialmente interesante para observar cómo cotiza la confianza. En Brasil, el domingo, Dilma Rouseff venció a José Serra en la segunda vuelta de las presidenciales. En Estados Unidos, el Partido Republicano arrebató la mayoría en la Cámara de Representantes al demócrata, infligiendo un duro castigo a Obama, en las elecciones legislativas de mitad de mandato. Brasil es una potencia emergente, donde 21 millones de personas han salido de la pobreza en los últimos ocho años durante la presidencia de Lula. La superpotencia y primerísima economía mundial que es Estados Unidos tiene 40 millones de pobres, que han aumentado con la actual crisis económica. Si los brasileños se han subido a la espiral de la confianza, a pesar de la tarea inmensa que les espera con un tercio de la población todavía bajo el umbral de la pobreza, los norteamericanos han hecho lo contrario, divididos y desalentados por la rebelión del Tea Party y su promesa de una sociedad sin redistribución ni Gobierno.
Las frases que encabezan este artículo son traducción literal o paráfrasis entresacadas del libro Algo va mal (Taurus), de Tony Judt, el historiador fallecido el pasado agosto, en el que defiende con contundencia argumental y con enorme autoridad moral la acción de las Administraciones públicas y las políticas socialdemócratas. Dictado pocos meses antes de su muerte, desde su silla de ruedas, este libro es un testamento ideológico y una incitación a la acción, especialmente valiosos en el momento en que el populismo avanza en Europa y Estados Unidos, y la socialdemocracia se halla en sus horas más bajas.
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