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Columna
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Las cuatro grandes novelas chinas

Jesús Ferrero

A orillas del agua, Historia de los tres reinos, Viaje al Oeste o Las aventuras del rey Mono, y Jin Ping Mei o El erudito de las carcajadas conforman el cuarteto de obras maestras de la novela clásica china. Las cuatro proceden en líneas generales del periodo presidido por la dinastía Ming y sus postrimerías, coinciden con el Siglo de Oro español y dos de ellas con la vida de Cervantes, que nació en 1547 y murió en 1616. Jin Ping Mei, por poner un ejemplo, empezó a circular en ediciones manuscritas a finales del siglo XVI y en ediciones impresas a partir de 1610. Para lectores que no se pierden en los infinitos detalles que albergan estas cuatro narraciones monstruosas (como es monstruosa la Gran Muralla), podría decirse que entre las cuatro conforman una cierta unidad cosmológica, dentro de su demencial diversidad, y que las cuatro nos describen el vasto mundo en sus luces y sus sombras, su bondad y su perversidad, recorriendo todas las clases sociales y todas las naturalezas, también las de procedencia fantasmal. Las continuas contradicciones morales y filosóficas que transitan sus páginas no hacen más que abundar en la idea de que es muy difícil superar el caos primordial. Y es aquí donde encontramos la idea más vinculante entre las cuatro, pues todas comienzan con el estallido del caos. A orillas del agua se inicia con la liberación temeraria de ciento ocho demonios que propagarán el desorden y la injustita por todo el imperio, Historia de los tres reinos insiste en lo mismo al comenzar la narración describiendo el caos generado por los Reinos Combatientes, Jin Ping Mei comienza también con la descripción de un periodo de caos y de estrellas maléficas, y ¿cómo empieza Viaje al Oeste? Basta con leer las primeras frases del relato para saberlo: "La escritura dice: en el principio sólo existía el Caos". Como ahora mismo el concepto de caos es una idea fundamental que ha adquirido gran prestigio filosófico y narrativo, puede que ese concepto vinculante modernice inesperadamente las cuatro novelas y las aproxime al lector de ahora tanto como al de antes. De las cuatro, la que más impresión da de modernidad y de unidad narrativa es Jin Ping Mei, a la que se le atribuye un autor único. No ocurre lo mismo con A orillas del agua, atribuida a varios recopiladores de cuentos populares que no obstante supieron darle sentido y destino a "las palabras de la tribu". Y es que A orillas del agua (de la que urge una buena traducción al español) es una novela tan abierta como cerrada, donde asistimos a la vida y los hechos de ciento ocho bandidos justicieros. La narración concluye con la muerte del último de ellos. Curiosamente, Jin Ping Mei surge del desarrollo de un episodio de A orillas del agua, como muchas tragedias griegas surgían de episodios de Homero, y durante mucho tiempo fue considerado un libro maldito, y es que la novela no oculta la vida sexual de los personajes, aunque leída con ojos de ahora es mucho más una novela erótica que pornográfica, pues si bien se encuentran escenas bastante explícitas, en muchos casos se recurre a un lenguaje figurado próximo a la lírica más o menos descarnada. Su malditismo se pudo deber más bien a lo mucho que insiste el narrador en vincular el universo a las fuerzas negativas, así como a la idea tan poco consoladora que transmite del hombre. Pero no otra cosa es en muchos aspectos la modernidad: el caos aplastando la idea misma de sentido y desplegando un vasto universo de turbios intereses.

Jesús Ferrero (Zamora, 1952) ha publicado recientemente la novela Balada de las noches bravas (Siruela. Madrid, 2010. 442 páginas. 19,95 euros).

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