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Columna
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Luz

David Trueba

La única manera que tiene el periodismo de reivindicarse en los tiempos de desánimo es ofrecer más y mejor periodismo. Hace tres semanas, en las cercanías de El Aaiún, supimos de la acampada de protesta de miles de saharauis que reclamaban mejores condiciones laborales y económicas. La cima informativa se alcanzó con la muerte de un adolescente por disparos de la policía marroquí que había cercado el lugar de la protesta. Para entonces, las redacciones de periódicos y televisiones tan solo contaban para ilustrar las noticias con unas grabaciones difusas, algunas fotos lejanas, material sin fuerza en un mundo que gobierna la mirada de espectador, donde entrar por los ojos es la única garantía de la implicación general.

A partir de ese momento el Gobierno marroquí dispuso el arsenal habitual de esfuerzos para provocar el apagón informativo. Aislamiento de la protesta, dificultad para la salida y entrada de víveres, personas, datos, y tratar de entorpecer al máximo la llegada de periodistas o nuevos manifestantes. Nada nuevo. El efecto sorpresa de la convocatoria, su aparente falta de ligazón con los sospechosos habituales de las revueltas reivindicativas, tenía que ser contrarrestado de inmediato hasta la invisibilidad. Durante días las informaciones sufrieron una especie de depresión hacia el paraíso del silencio. Incluso la agencia de noticias oficial marroquí habló de un joven muerto en la frontera melillense tras un enfrentamiento con la policía española, que resultó pura invención. Cualquier maniobra de distracción, cualquier desplazamiento del interés informativo era bienvenido.

Parecía sencillo predecir el apagón definitivo, la vuelta a la normalidad, el final de las protestas bajo la habilidad de los fabricantes de niebla. Pero los periodistas han logrado llegar. Y ayer en este periódico, Ignacio Cembrero escribía desde el campamento de Agdaym Izik y mostraba una fotografía urgente y bien expresiva del mar de jaimas. Otros medios han logrado romper el cerco y sencillamente posar la mirada del mundo sobre quien más la necesita. Algunos solo tienen eso en favor de su lucha, nuestra mirada distante a través de los medios. No es poco. Justifica un oficio, que cuando está bien hecho, y logra imponerse sobre las mil dificultades, es luz que alumbra un mundo más digno.

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