_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Paradise

David Trueba

Advertimos hace tiempo la desnortada manera que tienen las televisiones de informar sobre los sucesos relacionados con la prostitución. A menudo se ilustran con planos del culo de las chicas asomado por las faldillas, de escotes generosísimos, de cachas sugerentes y zapatos de tacón. Tanta esquizofrenia provoca sentimientos encontrados en el espectador. Por un lado se indigna con las mafias y por otro saldría a toda pastilla hacia el prostíbulo más cercano. Es natural que un asunto tan espinoso, que la propia sociedad trata con ambigüedad y que las amenazas de legislarlo suenan casi siempre a inquisición o buenismo del malo, provoque que su retransmisión visual sea igualmente complicada y contradictoria. Las imágenes han de afinarse al contenido de la noticia pero trascender la obviedad; cuando se informa de la lesión grave de un futbolista no es necesario partirle la rótula al locutor de deportes para que la gente lo entienda.

Se ha informado de la apertura de un nuevo macroburdel en la zona fronteriza de La Jonquera, convertida en el puticlub de Francia. En tres kilómetros de carretera se ofertan 400 trabajadoras a destajo, superando de media incluso la brutal cifra nacional que habla de varios cientos de miles de profesionales del orgasmo ajeno. Negocios así ejemplifican la capacidad emprendedora de los empresarios españoles, su imaginativa salida de territorios sobreexplotados como la construcción y su curiosa aportación carnal al impulso del I+D.

Lo peor cuando se informa de la apertura de estos centros es recorrerlos con la cámara por el lado amable. Las instalaciones, la higiene, los cuartitos coquetones, las empleadas lozanas, un poco como si se estuviera informando de la apertura de un nuevo aeropuerto o centro de salud. El debate es bien complejo, sobre todo si aceptamos que el mundo nunca será perfecto y que para resolver la sexualidad y las relaciones humanas lo mejor sería mantener alejados a los políticos, la histeria legislativa y el papanatismo. Pero al tratar los paraísos del dinero negro y el enriquecimiento de mafias, las televisiones tendrían que usar distinto lenguaje visual del que utilizan para venderle a los niños lo que les espera en Eurodisney.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_