El 'finde'
Para el sufrido espectador de televisión los fines de semana son catastróficos. Por alguna razón que nadie ha explicado nuestros políticos se niegan a quedarse en su casa con su familia en esos días que para el resto de los trabajadores son sagrados. No es que estén velando por España, es que están perpetrando mítines. Soy de la opinión de que sería políticamente saludable que se tomaran un respiro y que nos dieran un respiro a nosotros. Pero no están por la labor. Aprovechan el sábado a la tarde o el domingo mañanero para irse a este pueblo, al otro, para reunir a sus simpatizantes y ensayar algún chistecillo de esos que hacen que el público asistente salga desternillándose cuando enfoca la cámara. Al político, por lo que se ve (aventuro), no lo quieren en su casa. Ni su pareja ni sus hijos están a la altura del cariño enardecido de esos recios militantes. El político, ante la mesa de su hogar, debe de vislumbrar el vacío que le espera en un futuro. Cuanto más alto llegue más inmenso será el abismo ante sus pies, así que huye de él como de la peste, y aunque no esté aún en campaña electoral se monta en el coche blindado, mete en sus bolsillos esos dos móviles que actúan como dos pistolas, y se marcha lejos, allá donde estén dispuestos a aplaudirle a rabiar aquello mismo que dijo el fin de semana anterior. Los periodistas también le aman más que su propia familia. Natural, es una relación simbiótica. Ellos le siguen en su periplo del finde y, en justa compensación, el político les hace el informativo entero. Hay fines de semana que entre Cospedal y Blanco se funden una edición. Luego hay notas de color, como esa señora que dice que su vecino asesino siempre la saludaba o una lluvia torrencial en Badajoz, pero de verdad de verdad quien se lo curra es el político.
Que disfrute ahora que puede. Ya habrá tiempo para vivir del recuerdo.
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