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Editorial:
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Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

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Montilla se distancia de la fórmula tripartita para recuperar electores del PSC descontentos

El líder del socialismo catalán y presidente de la Generalitat, José Montilla, ha afirmado que el tiempo del tripartito "ha pasado" y que algunas propuestas de sus socios son "inasumibles". El PSOE ha aplaudido como a un epitafio de efectos balsámicos. Y la oposición de CiU y del PP asegura no creérselo, pues frases parecidas ya las pronunció Montilla antes de reeditar la actual coalición de las tres izquierdas.

Conclusiones tan dispares no son extrañas en política, sobre todo en fase preelectoral. Y aún es más normal que se produzcan en un país poco entrenado en Gobiernos de coalición. Un rasgo de las coaliciones es que en su fase final, justo antes de la nueva cita electoral, cada socio acentúa su propio perfil, a costa de la oferta conjunta, para recuperar el electorado descontento y tener las manos lo más libres posible.

Esa parece ser la explicación fundamental del distanciamiento que el PSC predica ahora acerca del mismo Gobierno que preside. En realidad, sus socios no pueden reprochárselo, pues se han anticipado en estas prácticas: Iniciativa, en cuestiones medioambientales y laborales; Esquerra, en el asunto identitario, con la sonora (y declinante) celebración de consultas independentistas. Por el contrario, la cautela del presidente ante sus socios ha redundado más bien en el desmayo o la dilución de la oferta propia.

Claro está que el distanciamiento del PSC respecto a esa fórmula de gobierno puede conducir a distintas hipótesis: desde su preferencia por ir a la oposición, pero evitando el hundimiento; hasta la inclinación por una estrategia de gran coalición con CiU; pasando por la negativa a la actual estructura de la alianza tripartita, pero no a otra versión distinta o remozada de la misma. Aunque esta última no es probable, a tenor de las encuestas que pronostican un gran resultado nacionalista.

Resulta significativo que el rechazo al Gobierno tripartito se haya instalado no solo en la ciudadanía, sino también entre sus protagonistas. Tiene poco que ver con la obra de gobierno realizada, más bien positiva en enseñanza, en sanidad, en la rehabilitación de barrios, en el despegue de obra pública y redes de transporte. Y mucho, en cambio, con el ruido tacticista, la cacofonía declarativa, la radicalización programática de uno de sus socios y los excesos partidistas. Es la lección que el segundo tripartito no supo aprender del primero y cuyos frutos ahora recogerán cada una de las tres fuerzas.

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