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Chacón pone el fin de la misión en Bosnia como ejemplo para Afganistán

Regresan las unidades de combate españolas tras 18 años en los Balcanes

Miguel González

Todo en la vida tiene un final. También las misiones militares. Incluso las más complicadas e inciertas. Basta con no cejar en el empeño ni dejarse ganar por el desánimo. Ese es el mensaje que lanzó ayer en Sarajevo la ministra de Defensa, Carme Chacón, con un ojo puesto en Afganistán. "Hoy damos por cumplida nuestra misión en Bosnia-Herzegovina y, del mismo modo, en un futuro daremos por cumplidas nuestras misiones en Afganistán, Somalia o Líbano", dijo en la base de la fuerza europea en Camp Butmir. "Con voluntad, paciencia y perseverancia podemos imponer la seguridad y estabilidad en lugares que parecen condenados al conflicto y a la guerra", aseguró. Como sucede hoy en Afganistán, también en los Balcanes "hubo momentos muy difíciles y más de una vez se plantearon dudas acerca del éxito de la misión, pero al final se impuso la paz donde parecía imposible que la hubiera", concluyó con optimismo.

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En realidad, la operación Althea de la UE aún no ha terminado. La misión languidece mientras los países europeos se muestran incapaces de ponerle fecha de caducidad. Así que España, que en los últimos tres años ha sido el mayor contribuyente en efectivos, ha optado por retirar sus tropas. Lo ha hecho sin dar portazos, como en Irak en 2004, ni sorpresas, como en Kosovo en 2009, y comprometiéndose además a aportar hasta 30 instructores a la formación del Ejército bosnio, ya en marcha.

Chacón aprovechó la ceremonia de retrocesión del mando de las últimas fuerzas de combate -98 militares y guardias civiles en total, tras el retorno de una compañía de infantería de Marina en verano- para hacer balance de la misión más larga de las Fuerzas Armadas españolas: 18 años. Tiempo suficiente para que los tranvías circulen por la avenida de los francotiradores, en Sarajevo; y el puente turco de Mostar, derribado a cañonazos y ya reconstruido, sirva de trampolín a los bañistas que se dejan caer 25 metros a plomo sobre las frías aguas del Neretva.

Pero tal vez no para restañar las heridas psíquicas. Las tres comunidades -serbios, croatas y musulmanes- siguen de espaldas unas a otras. No hay matrimonios mixtos y la segregación se aplica en las escuelas. España, que aportó fondos para la rehabilitación de un instituto en Mostar, puso como condición que acogiese alumnos de todas las comunidades. Así se ha hecho. Aunque en aulas separadas.

Estudiantes de este instituto aplaudieron ayer a Chacón cuando acudió a la plaza de España para rendir homenaje a los 23 miembros del Ejército español que se han dejado aquí la vida. Fue un recibimiento tan caluroso como espontáneo, según el alcalde de la ciudad, Ljubo Beslic. Una alumna española del colegio internacional ubicado en el mismo edificio explicó a Chacón que los españoles son recibidos con los brazos abiertos. Aunque hayan pagado un alto precio por ello.

Parte del éxito de la misión en Bosnia se debe a la llegada al poder de gobiernos proeuropeos en Belgrado y Zagreb y al hecho de que las tres comunidades tengan como aspiración común el ingreso en la UE.

Nada de eso sucede en Afganistán, pero incluso si el ejemplo de Bosnia sirviera, las conclusiones no serían alentadoras. La comunidad internacional ha necesitado dos décadas para pacificar un país europeo nueve veces más pequeño y con la quinta parte de población que Afganistán, donde solo lleva nueve años.

Quizá por ello, uno de los objetivos de la instrucción de los militares bosnios, según explicó el teniente coronel Manuel Munguía, es que puedan formar una compañía que se integre en un batallón multinacional con croatas e incluso serbios bajo el mando de la OTAN en Afganistán. Siempre será más fácil empezar la reconciliación lejos de casa.

Carme Chacón, ministra de Defensa, y Julio Rodríguez, jefe del Estado Mayor de la Defensa, observan el puente reconstruido de Mostar.
Carme Chacón, ministra de Defensa, y Julio Rodríguez, jefe del Estado Mayor de la Defensa, observan el puente reconstruido de Mostar.EFE

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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