"Adoraría que la reina de Inglaterra llevase mis zapatos"
Unas deportivas de bota blancas con tachuelas plateadas. Eso es lo que calza Christian Louboutin (París, 1964), uno de los zapateros más influyentes del mundo junto con Manolo Blahnik y Jimmy Choo. Con solo 18 tiendas en el mundo, una de ellas en Madrid, su firma es reverenciada por las estrellas de Hollywood. Mientras el diseñador camina hacia la mesa del restaurante, canturrea distraído hasta que algo llama su atención "¿Qué es eso?", dice señalando a unas cigalas tan grandes como langostas. Ya sentado, el plato de los vecinos vuelve a despertar su interés "¿Qué es?", pregunta en un español escueto. "Merluza", responde con un fuerte acento estadounidense uno de ellos. Louboutin es alérgico al pescado. Una pena. Pero el americano no deja pasar la oportunidad de recomendarle su gran descubrimiento gastronómico del día: "Tinto de verano". Y el zapatero parisiense, árbitro del glamour, decide acompañar sus cigalas de vino con gaseosa.
El zapatero francés ha convertido la suela roja en su mejor promoción
Mientras disecciona el marisco, desarrolla su teoría sobre la intensa relación entre mujeres y zapatos. "Dentro de cada mujer hay una showgirl [corista]. No todo el tiempo, claro, pero hay momentos en que sale a la luz. Y cuando lo hace, yo estoy allí para calzarla". Louboutin las conoce bien. A las mujeres y a las coristas. Durante su juventud trabajó como chico para todo en el Moulin Rouge. Norma Duval era entonces la vedette principal. Mientras ataca el gazpacho, la recuerda: "Era encantadora y una diva de verdad. Teatral las 24 horas del día. Una actitud que echo muchísimo de menos en las estrellas de hoy en día". De ella y de sus compañeras aprendió algo que sería muy importante en su carrera: "Cuando una mujer se pone unos zapatos frente al espejo, lo primero que mira no son sus pies, sino su cuerpo. Observa si estilizan su figura y solo después los mira a ellos. Aunque sean bonitos, si no le sientan bien no sirven".
Louboutin cuenta las historias dos veces. Una con la voz y otra con las manos. Con ellas dibuja una lazada, marca la altura de un tacón o abre una caja imaginaria. Esas manos, con las que despoja de rabo y semillas a unos pimientos de Padrón, dibujan zapatos por los que sus clientas están dispuestas a pagar como poco 400 euros. Entre ellas se encuentran Nicole Kidman, Angelina Jolie, Kate Moss... sería mucho más breve hacer la lista de las famosas que no tienen unos Louboutin, inconfundibles por su suela completamente roja. Una seña de identidad que ha funcionado como la mejor campaña de marketing posible. Basta ver el remate carmesí a los pies de Beyoncé en una foto para saber que son obra del parisiense. Sin embargo, Louboutin asegura que no alimenta esta publicidad gratuita regalando sus zapatos entre las estrellas de Hollywood. "Para mí dar algo completamente gratis es una falta de respeto. Estás matando el deseo de las personas", argumenta mientras se sirve unos huevos rotos.
Entre bocado y bocado, no deja morir jamás la conversación. Cuenta que solo hay una mujer famosa a la que realmente le haría ilusión calzar, la reina de Inglaterra, cuyo retrato lleva precisamente en la camiseta. Louboutin mira por primera vez en la comida su reloj rosa fucsia: "¿Ya han pasado dos horas?", y apura el café. Sobre la mesa queda casi intacto el tinto de verano.
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