El pueblo que dejamos atrás
Hace 23 años nací en un pequeño pueblo de León, era rico, o quizá no, pero era próspero y con futuro, alegre y poblado. Los niños corríamos por las calles, jugábamos, hacíamos travesuras y veíamos llegar a nuestros padres del trabajo. Un trabajo duro en la mina que duró poco en lo que a mí respecta.
Recuerdo que mi pueblo ya por aquel entonces no era muy grande, pero gozábamos al menos de dos aulas en la escuela, esa escuela que en poco tiempo cerrará porque no hay niños a los que enseñar.
Todo parecía que iba bien, pero entonces llegó un día en el que mis padres me llevaban a manifestaciones, iban de un lado para otro y me contaban que tenían que luchar por nuestro futuro. Yo no entendía nada, pero vivía aquello como una aventura. Al final, no vencimos, y empecé a ver cómo mis amigos se iban y cómo poco a poco el pueblo se quedaba sin gente. Nosotros decidimos continuar aquí, pero ahora, pasados ya todos estos años, veo que cada vez hay menos futuro y que nadie hace nada por evitarlo.
Ahora estoy fuera de aquello y veo más lo que sucede, la gente recuerda con nostalgia aquellos años de esplendor, donde no faltaba la tristeza, pero en los que se vivía relativamente bien. El cierre de la mina se llevó personas, vidas y trabajos de nuestra tierra, pero no se pudo llevar nuestra riqueza natural. La época próspera ya solo queda en recuerdos, unos recuerdos que se borran con el tiempo.
Hulleras de Sabero nos dejó olvidados hace ya 16 años. Los pueblos se convertirán en lugares para visitar los fines de semana y en verano. Pero ese olvido no cuenta conmigo, porque, mientras tenga recuerdos con los que vivir, tendré un futuro por el que luchar.
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