Gallardón entra en números rojos
La falta de liquidez de la capital asfixia a sus proveedores - El alcalde disparó la deuda también en la Comunidad de Madrid
El Ayuntamiento de Madrid gasta cada día 12 millones de euros pero solo ingresa 11,3 millones. Ya no queda ni una sola luz roja de emergencia por encender. La falta de liquidez está empujando al precipicio a su alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón (PP), que no encuentra dinero para pagar a los principales proveedores.
Los ingresos de la capital han caído en los tres últimos ejercicios un 29% -642 millones de euros menos de lo previsto-, el pago a las empresas que prestan los principales servicios acumula un retraso de nueve meses de media y la deuda asciende a 7.145 millones de euros (siete veces más que el segundo municipio más endeudado de España y muy por encima de la mayoría de comunidades autónomas). Para rematar esta gravísima situación financiera, el Gobierno central ha denegado a Madrid la refinanciación de sus créditos. El alcalde ha sufrido las tres peores semanas de sus 15 años en el poder.
El pago a empresas de servicios acumula un retraso de nueve meses de media
El pasado 24 de septiembre, una de las alarmas salta en el Ayuntamiento. Las cuatro grandes constructoras del país, que le prestan servicios de limpieza y recogida de basuras -FCC, ACS, Ferrovial y Sacyr-Vallehermoso- amenazan con no pagar la nómina a 12.000 trabajadores si no reciben parte de los 298 millones de euros que se les adeuda. Marcan en rojo una fecha límite: el 15 de octubre. La cúpula municipal acude a los bancos para que les adelanten dinero con el que abonar las facturas anteriores al 30 de diciembre de 2009. Los bancos aceptan. Pero es solo un parche.
La situación es tan desesperada que los máximos ejecutivos de tres de esas empresas, a las que los municipios españoles deben 3.425 millones, acuden el martes 5 de octubre a la ministra de Economía y Hacienda, Elena Salgado, para pedirle que facilite fuentes de financiación a los ayuntamientos. Le reunión fue un fracaso.
La negativa de Salgado irritó tanto al alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, que el jueves de la semana pasada cargó contra el presidente José Luis Rodríguez Zapatero al que llamó "mentiroso" y "envidioso". Palabras que se ahorró cuando en el desfile de la Fiesta Nacional le abordó para pedirle que permitiese refinanciar los créditos que le vencen este año (257 millones, de los 7.145 millones que adeuda). "Vale, hablamos", le dijo Zapatero. Pero si el plan que le enviará el alcalde no convence al presidente, el problema de liquidez de la capital se agravará y amenazará la supervivencia de sus proveedores, que llevan nueve meses de media sin ver un euro. Gallardón, a diferencia de sus predecesores, nunca tuvo reparos en acometer los más ambiciosos proyectos, aunque para ello tuviese que triplicar su deuda en la Comunidad de Madrid o sextuplicar la municipal (véase gráfico). Todo era posible. "Nunca se han construido a la vez tantos kilómetros de metro en ninguna ciudad del mundo", presumía como presidente de la Comunidad en 1996 ante el desafío de perforar 113 kilómetros de subterráneo que financió a golpe de créditos. Su trayectoria en la Comunidad, que inició con una deuda de 2.791 millones y cerró con 8.862 millones, presagiaba su futuro como alcalde de la capital.
"El alcalde Álvarez del Manzano no ha sabido ni gastar ni tan siquiera endeudarse. Gallardón va a entrar en el Ayuntamiento de Madrid como un tanque y vamos a pasar pronto a una situación muy distinta, que tendrá que negociar con Aznar si quiere seguir la misma política de gasto que ha realizado en la Comunidad", auguró en 2003 la entonces concejal socialista, Ruth Porta, ahora senadora. Siete años después, la situación es parecida a la que describió Porta, salvo que con quien tiene que negociar es con Zapatero. Cuando Gallardón asumió del Ayuntamiento en 2003 heredó las cuentas saneadas de Álvarez del Manzano, que invertía poquísimo -hasta el punto de que dejaba sin gastar más de la mitad del dinero presupuestado para obras nuevas-, bajaba impuestos y optó por endeudarse lo justo (1.200 millones). En solo un año, el nuevo alcalde demostró que pretendía todo lo contrario y comprometió gran parte de las inversiones que ahora, con la caja vacía, pasan factura. En sus primeros presupuestos de 2004, inmerso en la candidatura olímpica de 2012, aumentó la inversión un 60%, triplicó la deuda y subió considerablemente impuestos con el fin de "transformar la ciudad".
Se abordaron un año después más de 50 grandes obras públicas y su macroproyecto: el soterramiento de la M-30. La inversión, de 3.200 millones, supuso un aumento de la deuda municipal de 2.500 millones que no terminarán de pagarse hasta el año 2035, a razón de 350 millones de euros anuales. Desde que llegó al Ayuntamiento, el alcalde ha gastado 5.000 millones en inversiones, de los que solo unos 900 millones se destinaron a construir equipamientos sociales, ha subvencionado unos 1.000 millones de euros de la red de Metro, que paga a medias con la Comunidad, y ha acometido casi una decena de grandes infraestructuras y peatonalizaciones, con créditos.
El alcalde también decidió mudarse. "El Ayuntamiento tiene la obligación de identificar a los ciudadanos y situarse a la vanguardia del pueblo madrileño. Y la Casa de la Villa no lo hace", dijo. Por eso, y aunque aún no lo había visto por dentro, decidió que el Palacio de Cibeles sería el lugar perfecto para acoger parte de las dependencias municipales y un centro cultural. La mudanza, con un presupuesto inicial de rehabilitación del inmueble de 48 millones, le ha costado al final 124 millones y la etiqueta de "derrochador" que le ha adjudicado la oposición.
El concejal de Hacienda, Juan Bravo, insiste en que la deuda no es el problema de la capital porque "es perfectamente asumible". Bravo mantiene que para afrontar sus créditos destina "solo" 9,4 de cada 100 euros que ingresa y que si sus limitaciones de endeudamiento se equiparasen al de las comunidades, a las que se le permite destinar un 25% de sus ingresos a amortizar créditos y pagar intereses, aún podría asumir el doble de deuda de la que tiene.
El optimismo de Bravo choca con las críticas de la oposición. El PSOE acusa al alcalde de haber sido "incapaz de garantizar un equilibrio entre ingresos y gastos" y de haber "enterrado el dinero de los madrileños en hormigón en lugar de aumentar equipamientos". IU lamenta que "el gasto se haya dedicado a grandes proyectos urbanísticos en lugar de mejorar barrios necesitados".
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