Madrid danza al ritmo latino
Miles de personas siguen el desfile VivAmérica, que culmina cinco días de cultura iberoamericana
Pájaros mitológicos que advierten de la lluvia a los campesinos indígenas de Ecuador, bailarines a los que les cascabelean los pies y que representan los pasos amenazadores con los que se atemorizaba a los esclavos en Bolivia, danzas que evocan la leyenda paraguaya de un niño convertido en ave... La cultura, la tradición, el folclore y la mitología latinoamericanos se abrieron paso ayer por el paseo del Prado con una multitudinaria marcha que culminó con el concierto de los puertorriqueños Calle 13 en la plaza de Cibeles. Miles de personas les acompañaron al ritmo de salsa, cumbia o bachatas, agradecidas de que las previsiones de lluvia se quedaran en eso.
El desfile, en el que participaron 30 asociaciones de migrantes residentes en España, fue el punto final a cinco días en los que, en vísperas del Día de la Hispanidad, la Casa de América ha hecho de la cultura iberoamericana la protagonista. "La vida que tenemos en nuestros países se ve reflejada aquí. Es igual que el desfile que celebramos nosotros el Día de la Raza [12 de octubre]", resumía Cristina Reina mientras aguardaba la llegada de la comitiva de su país, Ecuador, que dejó hace nueve años.
Los cubanos cautivaron al público, que se lanzó a bailar con ellos
Bolivia, una de las favoritas por sus colores y el componente místico de sus bailes, encabezó la marcha, que a las seis de la tarde partía ruidosa de la Cuesta de Moyano. "Año tras año, Bolivia impone su riqueza", alababa José María Fraile, que desde que se celebra el desfile, hace cuatro años, acude fiel junto a su esposa. "Ella [boliviana] es la culpable de mi amor por Latinoamérica", decía este psicólogo jubilado buscándola con la mirada. "Esto nos enriquece, nos hace ver la abundancia cultural de los que son nuestros hermanos; su mezcla y nuestras semejanzas; sus trajes, que no sabemos si han salido de aquí o vienen de allí...", seguía Fraile con el mismo entusiasmo.
Con la bandera de Perú esperaba impaciente Zaida Chupitaz, de 22 años, para hacer una foto a sus compatriotas. A su lado, su mejor amiga, Daniela Faifer, celebraba su cumpleaños. "Siempre me hablaban del desfile una vez que había pasado", se queja. "Este año no me lo iba a perder, quería ver las distintas culturas de los países, que para mí es nuevo", explicaba satisfecha de su elección. "El año pasado era mucho más divertido porque no estaban los voluntarios y podías bailar con los del desfile", aprovechó para deslizar Chupitaz, que ya tiene un álbum de fotos de los últimos tres desfiles.
Los voluntarios, 350 personas que por primera vez se han incluido para garantizar el buen ritmo de la marcha, intentaron con mayor o menor éxito que el público no se mezclase con los bailarines. Tarea difícil, porque solo se valían de cordeles, cintas de plástico o buenas palabras. Imposible cuando era Cuba quien se abría paso.
La isla caribeña quiso enseñar sus torsos desnudos, sus meneos imposibles y sus mujeres despampanantes. Entre una decena de pelucas, colores chillones, puros y gafas de sol se contoneaba casi rozando el suelo Laura García. "¡Hay que celebrar nuestro país! ¡Hay que darle mambo!", gritaba junto a un público más bien desbocado con el Tiburón de Lari & Gafa.
Los cientos de latinos que acudieron ayer con sus hijos, amigos y hermanos parecían compartir un mismo discurso. "Es emocionante cuando estás fuera vivir algo de nuestro país", contaba Evelyn Velázquez, una de las voluntarias que se apunta a todas las marchas latinas de la región y que dice contenerse para no imitar el movimiento de caderas de sus compatriotas hondureñas. "Es encontrarse con tus raíces. Ver las danzas que bailabas de chica. Ver tus colores, tu gente...", decía nostálgica Gabriela Marques.
A los españoles y turistas les podía más la curiosidad y el asombro. "El año pasado lo vi por televisión y no vine. Este me he dicho que no me lo perdía", contaba Victoria Moreno, "entre pintora y delineante", que acompañaba a su silenciosa madre. "Me gusta, aunque creo que el año pasado había más gente. No hay muchas oportunidades de conocer las danzas típicas de estos países". Esta edición se han reducido los 1.000 participantes habituales a unos 800 para mejorar la organización.
Y sin necesidad de hablar, una entusiasmada turista portuguesa provocó las risas (benévolas) de quienes la observaban. La señora no dudaba en parar a los representantes de cada uno de los países, agarrar su bandera, hacerse una foto e imitar sus pasos. No decía más que "¡Viva!" y plantaba dos besos a quien se le acercaba.
Y cuando la noche comenzaba a arañar el día, y los seguidores de Calle 13 ya buscaban su sitio en la plaza de Cibeles, la multitudinaria comitiva de la República Dominicana -decenas de jóvenes se congregaron en las redes sociales para "apoyar a su país"- precedía el final del desfile. Y con él, cierta melancolía.
"Uno siente mucha nostalgia al estar tan lejos", contaba Marta Villalba, cuyos hijos la esperan en Colombia. "Esto es lo que tenemos que enseñar: nuestra gente, nuestro color, nuestro baile... No solo el narco y las guerrillas que muestra el telediario. Mi vida está allí. Y aunque uno sabe cuándo viene pero no cuándo regresa, yo solo pienso en volver a Colombia. España es una etapa".
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