El último día del tripartito
El liderazgo político no se explica ni se reivindica, se ejerce, podría argumentar ayer cualquier oyente crítico que escuchara el discurso con el que el presidente José Montilla cerró la legislatura y convocó las elecciones al Parlament para el 28 de noviembre.
¿Por qué, pues, se ha visto impelido el presidente de la Generalitat a defender su estilo, lo que definió como el liderazgo del diálogo, el acuerdo y la concertación, frente a los estilos personalistas de anteriores legislaturas? Montilla ha confiado pacientemente durante los últimos cuatro años en que la potencia de la obra de gobierno llevada a cabo se impusiera sobre el ruido descalificador con que la coalición de las izquierdas ha sido constantemente bombardeada por la oposición. Obras, no palabras, ha sido su fórmula.
Montilla defiende la negociación continua entre los tres aliados del Gobierno como expresión del pluralismo catalán
Aquella paciente confianza ha dado paso, sin embargo, al final de la legislatura, al temor de que la evidencia de la obra de gobierno realizada en estos años no consiga imponerse sobre el ruido y los eslóganes lanzados y repetidos sin cesar por las derechas y la prensa conservadora. Y sobre las desgracias, que también las ha habido, claro está. De ahí viene que el presidente reivindicara con solemnidad y orgullo, justamente el día en que expiraba la alianza de las izquierdas nacida en 2003, que el suyo ha sido un gobierno con sensibilidades distintas que representa la diversidad de la sociedad catalana mejor que ninguno de los partidos que lo forman o de los que están en la oposición.
Gobernar y liderar la pluralidad y la diversidad es, en realidad, el principal reto de futuro de la sociedad catalana; y de cualquier sociedad moderna, cabe decir. El permanente estira y afloja entre los socios del Gobierno de Montilla que la oposición ha descalificado sin pausa, el guirigay con el que tanto se han llenado la boca los portavoces de la derecha, la negociación en el seno del Gobierno, venía a decir ayer Montilla, no expresan debilidad, sino que son la exigencia de una pluralidad política que está en el Parlament y el Gobierno porque, al fin y al cabo, está también en la sociedad.
Un incremento de la pluralidad es lo que se apunta ya incluso en los sondeos de intención de voto para las elecciones autonómicas. A reserva de lo que la campaña pueda modificar y el sistema electoral filtrar, los sondeos indican ahora mismo una tendencia a la ampliación de la pluralidad en la representación parlamentaria catalana, en una cámara en la que ya hay seis grupos parlamentarios, varios de los cuales son, a su vez, coaliciones de dos partidos.
Montilla argumenta, con razón, que la globalización y el millón y medio de nuevos ciudadanos llegados en pocos años hacen que la Cataluña de 2010 sea muy distinta de la de 1980 y la de 2000. No solo han obligado a aumentar rápidamente los servicios educativos, sanitarios y sociales. Han hecho que Cataluña sea más compleja y más plural y eso implica que, a su juicio, no pueda ser gobernada más que con la fórmula que él ha seguido y ha sido la característica del tripartito de las izquierdas. La concertación con todos en todo lo que sea posible es el método idóneo para reflejar la complejidad de sensibilidades presente en la Cataluña del siglo XXI. Montilla va más lejos al afirmar incluso que en la sociedad catalana actual carece de sentido la idea de una fuerza que pretenda representarlo todo. Lo que es, aunque él no lo especificó, la ambición de todo partido nacionalista. A eso se refieren en realidad quienes hablan de gobierno fuerte.
Montilla lanza, además, un desafío a los partidos que en esta legislatura han estado en la oposición. Puede que esta defensa de la concertación como estilo de liderazgo haya llegado demasiado tarde para rehacer la imagen del tripartito. Pero el diálogo y la concertación seguirán siendo necesarios después de las elecciones del 29 de noviembre. Las gane quien las gane. Lo serán tanto si de las urnas surge una mayoría de izquierdas como si ganan las derechas. Hasta cabe la posibilidad de que sean incluso tan necesarios como para formar coaliciones de gobierno inéditas hasta ahora en Cataluña.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.