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Columna
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Galicia y la agenda pública

El CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) hace una pregunta en sus barómetros que es conocida por los que trabajamos sobre ella como "la pregunta de agenda pública", y dice así: "¿Cuál es, a su juicio, el principal problema que existe actualmente en España? ¿Y el segundo? ¿Y el tercero?" El resultado de esas tres respuestas es una tabla que recoge el porcentaje de encuestados que ha elegido cada tema o problema que se haya enunciado: El Paro (tema eterno, casi estructural) o lo que sea.

Cada nacionalidad, nación o región del Reino tiene sus peculiaridades en la elección de temas, y Galicia también, como nacionalidad o nación del Estado común o Reino de España que contribuye a lo que llamamos la "agenda agregada" o suma de cada sujeto encuestado: la agenda pública agregada, que es la que el CIS publica en los resultados generales principales de sus barómetros mensuales.

La desafección de la ciudadanía hacia la política se dispara a niveles medios de Estado

¿Cuáles son las peculiaridades de Galicia? Si tomamos como referencia los barómetros agregados del tramo Enero/Julio 2010, y comparamos Galicia con el conjunto del Reino, lo más sorprendente es que los tres temas en los que Galicia puntuaba más bajo que la media del Estado, que son los tres temas que nos muestran la desafección de la ciudadanía hacia la política (La clase política, los partidos políticos; La corrupción y el fraude; y El Gobierno, los políticos y los partidos: el primero son críticas abstractas o genéricas, el segundo es obvio y el tercero son críticas concretas), esos tres temas, digo, han subido significativamente tanto en porcentaje como en rango de importancia, es decir: la desafección en Galicia, que estaba a bajo nivel comparativo, se dispara a niveles medios del Estado.

También sube comparativamente y en términos absolutos la percepción del Paro, y se mantiene muy bajo el tema de la inmigración (14,1% en el Estado, 6,1% en Galicia), reflejo éste último de los niveles también bajos de inmigrantes que Galicia recibe.

Esas son las principales peculiaridades en este momento, aparte de otras menos relevantes. Si Galicia tuviera su CIS o equivalente tendría que incluir la pregunta de agenda pública (se sustituiría el territorio aludido en la pregunta por Galicia) tal como la hace el CIS, que es su versión internacional. Sería un instrumento fundamental para conocer la dinámica de la opinión pública gallega, esa desconocida, si hacemos caso a ciertas cosas que dicen y opinan políticos y periodistas, que se mueven en el interior de un supuesto sentido común que con frecuencia no es más que un recipiente de banalidades.

Una de esas banalidades interesadas fue en su momento que el bipartito perdió las elecciones por culpa de la lengua. Espero que el llamado Informe Tempos, que se acaba de publicar, deje bien claro hasta qué punto esa banalidad es eso exactamente: una banalidad política y periodística, sobre todo. No es la única cuestión que se difunde como verdadera por motivos interesados o de pura ignorancia, según quién, y que sólo es un proyectil electoral que busca un cierto sentido común de la población previamente trabajado por los zapadores de ideas.

El desconocimiento o la falta de suficiente valoración de las presencias/ausencias de temas en la agenda pública y en la agenda personal (otro día les hablo de esta última, que es muy interesante personal, social y electoralmente) hizo a algún político del bipartito decir alguna inconveniencia sobre la lengua en plena campaña electoral, inconveniencia que sólo ayudó a espantar un voto crítico que hubiera podido ser necesario para que esa coalición pudiera repetir mandato. El desconocimiento de las dinámicas de agenda llevó al PP a perder las elecciones generales del 2008, al menos.

Si los temas de la desafección suben en Galicia, y con ellos las críticas a los partidos, a los políticos y a la misma política, esto nos habla de una cierta madrileñización de la política gallega (también de la del resto del Reino), y nos lleva a un escenario pesimista en el que, como en Madrid, tal desafección puede convivir con las principales fuentes que la provocan. Es el signo de los tiempos.

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