"No temo a la maldición de los faraones"
A punto de coger un avión rumbo a Madrid, Zahi Hawass, el sumo sacerdote de la arqueología egipcia, se detiene a charlar sobre sus sueños y pasiones en su oficina de El Cairo. Tiene el poder de conceder y revocar permisos de excavación o promover en el Parlamento un cambio legislativo que blinde los derechos de imagen de las pirámides y lleve a la cárcel a los ladrones de antigüedades sin que se le mueva un pelo de la blanca cabellera.
Antes de acabar el día se habrá encontrado con su amigo Omar Shariff y su primera visita en España será a la Reina Sofía. El arqueólogo más prestigioso de Egipto recuerda que la reina asistió a su primera conferencia en Madrid, "en el mismo lugar en el que Howard Carter presentó sus descubrimientos de la tumba de Tutankamón". Y mañana, la máxima autoridad en cuestiones faraónicas, viceministro de cultura y secretario general del Consejo Superior de Antigüedades egipcio (CSA) estará frente a un auditorio español que ha agotado todas las localidades del Palacio de Congresos de Madrid (a 12,50 euros la entrada...) para hablar de sus aventuras.
"En un mes revelaré los secretos de las puertas de la Gran Pirámide"
Hawass dará una conferencia mañana en Madrid, a 12,50 euros la entrada
"No decidí ser arqueólogo, ocurrió por casualidad", señala buscando en sus manos la explicación. Tras estudiar arqueología, Hawass intentó ser diplomático. Se sentía "decepcionado" por la desidia que descubrió en los responsables del patrimonio de su país. Pero se enamoró en la primera excavación. "Aprendiendo a limpiar una estatua descubrí que esto iba a ser mi pasión", dice enarcando las cejas. "No sirve que te guste algo, tiene que apasionarte". Subraya cada palabra como si ahí residiera la pasión que ha guiado sus pasos hasta lo más alto de la arqueología mundial; a descubrir, gracias al ADN, los secretos de Tutankamón y tal vez muy pronto a desentrañar "si Ramsés III fue asesinado".
Tras el doctorado en Estados Unidos, el matrimonio, los hijos y una carrera ligada por entero a los faraones, Zahi Hawass se convirtió hace ocho años en el responsable del CSA. Desde entonces ha sido el azote de aquellos que en el pasado robaron el patrimonio egipcio (reclama a Alemania el busto de Nefertiti y a Inglaterra, la piedra Rosetta), y piensa serlo para los futuros ladrones. Ha conseguido que prospere una ley que pena con 15 años de cárcel -"que deberían ser 25", apunta- el tráfico de antigüedades. Y ha logrado para su país la exclusividad de reproducir sus monumentos. "¿Por qué van a enriquecerse los chinos con nuestro patrimonio? Cada año invertimos más de un billón de libras egipcias (131 millones de euros) en mantenerlo. Necesitamos ese dinero para cuidarlo y protegerlo".
Con los pies a ratos metidos en la arena del desierto y a ratos pisando la moqueta de los despachos de medio mundo, Hawass ha llegado a ser un quebradero de cabeza para los que consideran que tiraniza a los que trabajan en el terreno. Nadie excava en Egipto sin su permiso. Aunque entre los afortunados se encuentran al menos dos españoles, Miriam Seco y José Manuel Galán. "Creo que ahora está más claro el papel que deben cumplir los extranjeros. He devuelto la egiptología a los egipcios. Se sienten orgullosos y están aprendiendo a apreciar su herencia cultural".
Se mueve ante la cámara como pez en el agua y sabe "cómo llegar al corazón de la gente". Oyéndole hablar se diría que desempeña el gran proyecto de un solo hombre pero él lo niega a pesar de que no son pocos los que le acusan de apropiarse de la imagen de Egipto para su beneficio. "No soy el que lo descubre todo. Lidero una expedición. Tengo gente a mi alrededor que trabaja duro y me facilita las cosas".
Al fondo del despacho descansa su mítico sombrero, ya raído, agujereado y sucio. Lo coge para las fotos sonriendo con nostalgia: "En un mes revelaré los secretos de las puertas que encontramos en la Gran Pirámide". Al faraón de la egiptología le habría gustado "ser Keops". No le preocupa escarbar en la vida de los muertos. "No temo a la maldición de los faraones porque nunca antes habían estado tan presentes en el corazón de la gente. Convierto la muerte en vida y creo que sus dioses me lo agradecen".
Babelia
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