El negocio eólico une a Caixanova y el sector del automóvil
La industria auxiliar invertirá 1.000 millones si le dan 350 megavatios
El sector del automóvil gallego prepara una revolución silenciosa (hasta donde los medios de comunicación se lo permiten), para sobrevivir a la crisis sin caer en una dolorosa reconversión. Una pieza del puzle es el Clúster del Automóvil (Ceaga), que agrupa a más de 80 proveedores, sostiene casi 20.000 empleos y factura 6.800 millones de euros. Su penúltimo proyecto tiene mucho que ver con el futuro coche eléctrico.
El Ceaga se ha asociado con Eólica Galenova en el nuevo reparto del viento gallego para pedir 400 megavatios (la adjudicación límite a una empresa estará en 350) en tres zonas repartidas por Pontevedra, Lugo y A Coruña. Como socio industrial de Galenova, filial de Caixanova, pretende invertir 1.000 millones de euros en el cuatrienio 2010-2014 para convertir la energía limpia en el combustible de las plantas que trabajen para la automoción. "No tiene sentido vender coches limpios si para fabricarlos utilizamos energía contaminante", reflexionaba ayer Francisco Anguera, presidente del Clúster y del grupo Copo. El plan de sostenibilidad con que la industria quiere afrontar la revolución que se avecina tiene que ver con otras variables, como que a PSA Peugeot Citroën le terminen asignando la producción de coches eléctricos en Vigo.
El coche eléctrico forma parte del plan de reconversión del sector
Otro frente abierto está en la fábrica de baterías para los coches eléctricos. Anguera explicó ayer en un encuentro con la prensa todo lo que pudo sobre la candidatura de Galicia como lugar de instalación de una planta de Mitsubishi en asociación con Yuasa. El esbozo de la idea surgió a raíz de una reunión entre Anguera y el presidente de la Xunta, el año pasado. En el parador de Pontevedra, Alberto Núñez Feijóo preguntó al empresario qué podía hacer el sector para evitar una lenta y agónica pérdida de puestos de trabajo derivada de la crisis.
El Clúster comenzó a trabajar en la respuesta. Pensó en captar la atención de Nissan, que también está en la carrera para desarrollar el coche y las baterías eléctricas, pero el fabricante pronto se decantó por Portugal (Aveiro) y Reino Unido (Sunderland). "Nos dimos cuenta de que teníamos que incluir Galicia, y en concreto el área industrial de Vigo, en los planes de la multinacional antes de que empezase a buscar emplazamientos por su cuenta", recuerda Anguera. Una consultora especializada y la complicidad de Pierre Ianni, director de PSA, hicieron el resto. A finales de febrero supieron que Mitsubishi estaba dispuesta a incluir el puerto seco de Vigo entre sus prioridades. Era una más de las 19 localizaciones en nueve países que se barajaban para construir una fábrica que empleará a 8.500 personas en su construcción y que tendrá otros 1.500 en plantilla. "En la primera reunión, a los 15 minutos de comenzar, nos informaron de que si algo trascendía a la prensa era motivo suficiente para dar al traste con el proyecto".
Cruzaron los dedos hasta que el 3 de marzo se produjo la primera visita de una delegación nipona. Dos semanas después, el día de San Patricio, Ceaga supo que el proyecto había superado la primera criba, que dejaba fuera a otra localización española candidata, la de Puertollano. El 21 de abril comenzaron los contactos con técnicos de Mitsubishi para trabajar en el recién bautizado Proyecto Patricio. Hasta 1.000 comunicados de todo tipo solicitaron los nipones sobre las características del emplazamiento, cuestionado por una sentencia que anuló el plan sectorial del puerto seco en pleno verano. La Xunta era la única que podía garantizar los 200.000 metros cuadrados que necesita el fabricante. A esas alturas ya se había involucrado el Ministerio de Industria, que junto al Gobierno gallego buscaba facilitarles a los japoneses las ayudas que solicitaron a cambio del sí definitivo.
El 12 de mayo, el alcalde de Vigo, Abel Caballero, supo del plan por el secretario de Estado de Industria, Jesús Candil. Tardó una semana en contárselo a la prensa, lo que desató una cascada de especulaciones y las iras del sector por romper el pacto de confidencialidad. Al mismo tiempo, en Austria, el tercer socio de Mitsubishi -Magna- en una alianza nunca confirmada, apostaba por llevarse la fábrica a la región de Burgenland.
En la recta final, que todavía no tiene un claro vencedor, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, se desplazaba a Kioto en visita oficial para reforzar la apuesta española. "Sólo los japoneses saben lo que van a hacer", insistía ayer Anguera. "Habrá que cruzar los dedos, ser prudentes y esperar".
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