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Crónica:VUELTA 2010 | Novena etapa
Crónica
Texto informativo con interpretación

Cuestión de orgullo

Anton se resiste a ceder el maillot rojo a Purito, que no ceja en su empeño cotidiano e inútil

Carlos Arribas

Como Sísifo, todos los días, Purito,acuciado por un prurito para el que no encuentra consuelo, asciende acelerado todos los repechos que conducen a la meta, toca, roza con los dedos el maillot rojo que tanto le seduce, el fin de su tormento, y todos los días ve, impotente, cómo se le escurre entre los dedos. También ayer, Serpis arriba tras el puente de Calatrava sapientísimo hasta el corazón de Alcoy. Hoy, al menos, descansará, como descansará toda la Vuelta, pero mañana, con toda seguridad, pues es su condena, y quizás tan inútilmente, tan derrochadoramente, volverá a hacerlo en las cuestas del Rat Penat, el puerto emboscada de Sitges que tan bien conoce el ciclista catalán, segundo en la Vuelta con el mismo tiempo del primero, Igor Anton.

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No es que a Anton, que recibió el jersey de líder como un regalo sorpresa -"un sorpresón", dice él-, le hubiera importado mucho ceder, al menos temporalmente, el maillot rojo que tan bien le sienta y las responsabilidades y cargas inherentes al liderato. "Ahora estoy muy bien, pero son muchos días por delante y etapas muy exigentes. Notaré la fatiga y la responsabilidad del liderato, el tiempo del podio, de atender a los medios y eso... Pero por ahora lo llevo bien", dijo por la mañana, junto a la playa de Calpe, antes de partir hacia Alcoy atravesando todos los puertos de la provincia de Alicante, que son muchos y muy pesados. "Tengo experiencia, sé ir día a día. Ya hemos hecho más de lo que pensaba y esperaba. No bajaremos los brazos, pero probablemente solo lleve un día el maillot rojo. Puede ser perfectamente que lo perdiese y no pasaría absolutamente nada".

De hecho, lo dio por perdido durante la mayor parte de la etapa más dura de lo que va de Vuelta, más de cinco horas a 35 kilómetros de media, que el pelotón de los favoritos, guiado por el Euskaltel de Anton, se tomó como un día de tregua y supervivencia. Se lo pondría gustoso al francés Peraud, un escalador que figuraba a 6m 59s en la general (se quedó 52s corto) y que era uno de los de la escapada de 14 que animaron el día, pero nunca a Purito. Cuestión de orgullo, podría ser. O así lo pareció en las últimas cuestas, por las calles de Alcoy, en las que Anton apretó los dientes para no ceder ni un metro al desaforado catalán, tenaz como buen tauro, a quien ya su gusto por el jersey de líder le supuso su primer gran sobresalto: en 2003, tras la contrarreloj por equipos, Manolo Saiz, su director en el ONCE, había dispuesto un orden para que unos cuantos lo lucieran un día y al siguiente se lo cedieran a un compañero. Purito lo quiso dos. Al año siguiente corrió en otro equipo.

La etapa la ganó por inteligencia y talento David López, vizcaíno como Anton, tauro como Purito. Una victoria conseguida en una fuga lejana, una muestra de lo que su equipo, el Caisse d'Épargne, sin Valverde, busca. "Tenemos el mejor bloque, pero no un hombre de punta para la general", dice su director, Eusebio Unzue, quien cuenta, sin embargo, con Rubén Plaza y Marzio Bruseghin, dos excelentes contrarrelojistas y resistentes en la montaña, bien ubicados para la sorpresa. "Si tengo menos palmarés del que merecería por mi clase es porque disfruto más ayudando a ganar a otros, como Valverde, pero, sin él, algún día inspirado puedo mostrar lo que llevo dentro", dijo López, quien, reivindicativo, añadió: "Si no fuera por los puntos que nos han robado por la sanción a Valverde, seríamos el equipo número uno en la clasificación mundial".

David López muestra su alegría al cruzar victorioso la meta.
David López muestra su alegría al cruzar victorioso la meta.ASSOCIATED PRESS

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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