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Columna
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La A-8

Ya lo dijo nuestro Señor: "Es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja que encontrarnos sin obras la autopista A-8". Concluido el larguísimo calvario del ensanchamiento de la vía entre Orio y Aritzeta, con limitaciones de velocidad más propias de un camino forestal que de una vía rápida, nuestras Diputaciones ya tienen preparados nuevos entretenimientos para los sufridos conductores. Dos de los más emocionantes son las chicanes de la variante de Bilbao y el nuevo desdoblamiento entre Durango y Berriz, cuyo firme se asemeja estos días al de un circuito de motocross.

Una de las grandezas de las autopistas es que aunque su utilización, debido a los trabajos de mejora o mantenimiento, se vea restringida durante un buen número de kilómetros, el usuario siempre paga como si la vía estuviese en perfecto estado. Es algo así como que en el cine proyectasen la película sin sonido porque están reparando los altavoces, pero te exigiesen el precio total de la entrada. O como si el camarero sólo te sirviese un plato, debido a que están modernizando la cocina, pero tuvieses que abonar el menú completo.

Me imagino que la discutible razón por la que se nos cobra en su integridad un servicio que se nos ofrece parcialmente es que dicha limitación redundará en un futuro beneficio del cliente. Qué quieren que les diga. Yo ya he llegado a la conclusión de que las obras interminables son consustanciales a la Bilbao-Behobia, igual que las amenazas de huelga en el sector aéreo forman ya parte del verano.

Y es que algunas autopistas siempre resultan molestas. Recuerdo cómo siendo yo un crío, mi abuelo me llevó a visitar a un entristecido amigo cuyo caserío, cercano a Eibar, iba a ser devorado por las excavadoras que estaban preparando la nueva carretera. En el colegio, el maestro nos recomendaba que si sacábamos malas notas, pidiésemos a los Reyes Magos un pico y una pala y solicitásemos trabajo en las obras de dicha infraestructura. En mis primeras prácticas de periodista me harté de cubrir accidentes en las traicioneras curvas de su demencial trazado.

A pesar de que esta ruta fue concluida hace casi 36 años, continuamos pagando por usarla; como seguiremos rascándonos el bolsillo por utilizar sus posteriores ampliaciones y derivaciones: Segundo Cinturón de Donostia, Supersur, Eibar-Vitoria... Sin embargo, ir por autovía de Bilbao a Santander, de Gasteiz a Pamplona, o desde San Sebastián a Logroño seguirá siendo gratis. Existe una filosofía que defiende que quien utiliza un bien público es quien debe asumir la mayor parte de su financiación. Al parecer, esta doctrina en el País Vasco se aplica a rajatabla exclusivamente en el tema de las autopistas. La única alternativa a la A-8 es pasar un bonito día recorriendo la N-634, siempre y cuando los habituales desprendimientos entre Zumaia y Zarautz no lo impidan. ¿Quizá por ello estarán construyendo el AVE?

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