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Columna
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Mixto

Una de mis grandes frustraciones es que no he encontrado el bar adecuado para desayunar. Me encanta desayunar fuera, pero no encuentro ningún café que esté a dos pasos de mi casa y reúna todas las condiciones que creo importantes para el perfecto desayuno. La más importante es que se pueda fumar, pues soy muy fumador y el cigarrillo posterior es fundamental, mucho mejor que el del sexo, dónde va a parar.

La segunda condición es que tengan prensa disponible para los clientes, pues soy incapaz de desayunar mirando al vacío y me es indispensable leer el periódico mientras me como el sandwich mixto. Ésa es mi tercera condición: que hagan sandwiches mixtos, mi desayuno predilecto. Puedo tomarme un croissant o un bollo suizo, pero desde que descubrí lo que era la combinación de café con leche y salado, no quiero otra cosa.

Hay varios bares cercanos a mi casa que reúnen estas características, pero hay otros factores que influyen en el desayuno perfecto. A mí, por ejemplo, no me importa que los camareros sean dicharacheros o directamente plastas. Prefiero eso a los bordes, que hay muchos, sobre todo en la hostelería vasca, donde pedir en una barra es como ir al banco a que te den un crédito: al otro lado te encuentras un camarero endiosado que considera que te hace un favor al servirte una coca-cola. No puedo con los camareros perdonavidas, pero sí puedo aguantar a aquellos que no paran de hacer chistes malos. Por ejemplo, el que pregunta cuando trae un café cortado "¿quién es el tímido?", bromea con frases como "¿la leche la quieres blanca?" o utiliza el nivel más elemental de ironía cuando ve tu plato vacío y te suelta "no te ha gustado nada, ¿eh?"

Esto de desayunar me lo tomo muy en serio, no porque haya oído millones de veces que el desayuno es la comida más importante del día, sino porque una vez, un profesor mío, el tipo que más me influido a la hora de dedicarme al cine, dijo que se podría hacer la película más apasionante del mundo sobre lo que te gusta desayunar. No se refería a que el desayuno es la piedra angular de la civilización. Quería decir que lo crucial es contar las cosas con convicción y de una forma personal. Que el argumento realmente no es lo importante, sino la manera en que tú lo narras. Se puede hacer una peli buenísima sobre desayunar, sacar al perro a pasear o acerca de una grapadora. Ese profesor es Patxi Urkijo, que da clases de cine en la Facultad de Bellas Artes de Leioa. Sé que los que hemos sido sus alumnos pensamos en él cuando escribimos un guión, cuando rodamos, cuando montamos o cuando decidimos de qué irá nuestra próxima película. Yo estoy pensando en eso mismo ahora y me gusta recordar que se puede hacer una obra maestra sobre un café con leche, un sandwich mixto, un periódico y un cigarrillo.

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