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Jin Hi Kim, tradición coreana milenaria con una pizca de jazz

La virtuosa del komungo trae sus composiciones a Santiago

"Mi música está hecha para meditar", explica Jin Hi Kim, artista coreana y virtuosa internacionalmente reconocida del komungo, un instrumento tradicional de su país -de la familia de la cítara- cuyo origen se remonta al siglo IV. Ayer estuvo en los jardines de Fonseca de Santiago, en el marco del Festival dos Abrazos. "Para disfrutar de mi música hay que disfrutar de su energía", cuenta.

Kim no es una purista en su campo. Vive en EE UU y ha introducido en sus composiciones elementos del jazz de vanguardia, algo que al principio chocó en su tierra, cuando empezó a experimentar hace ya 30 años. "Es una instrumentista tradicional, ¿qué es lo que está haciendo?", recuerda que se preguntaban sus compatriotas. "Ahora en mi país los jóvenes me ven como una pionera, pero mis motivaciones eran distintas a las suyas", cuenta. "Yo quería comunicarme con el resto del mundo, ellos prefieren la fusión porque entienden que lo tradicional ya no sirve".

"En mi país los jóvenes me ven como a una pionera"

Kim, que fue la primera en usar un komungo eléctrico, aplica en sus creaciones el concepto de los "tonos vivos", que explica con una comparación culinaria. "En la cocina coreana se usan muchas especias; los tonos vivos son como las especias en la música. Con ellos cada nota tiene vida propia, pero para aplicarlos hay que imaginar el tempo como algo elástico", relata, mientras imita en el aire los movimientos de sus dedos sobre las cuerdas de seda del komungo.

Esta es la segunda vez que toca en Galicia, tras pasar por Vigo en 2008. "Esta parte de España es muy especial. No es sólo la naturaleza. Siento que es una región muy tranquila y agradable... Y puedo sentir que hay mucha energía", reflexiona, sorprendida de la cantidad de turistas que anegan Compostela este agosto.

Su vida cosmopolita le ha dado una perspectiva particular sobre la vida, que le sirve también cuando habla de su país, partido en dos desde hace medio siglo. "La gente en Corea [del Sur] no percibe la urgencia del conflicto; cuando voy, pregunto a los taxistas si tienen miedo a que el norte use armas nucleares y me contestan que están tranquilos porque el país es tan pequeño que si las lanzasen también les afectaría a ellos", recuerda.

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"En 2007, cuando se cumplieron 50 años de la guerra, me invitaron a un concierto al aire libre en la Zona Desmilitarizada [franja de terreno que separa los dos países]. Es una tierra sin presencia humana, pero no es un paraíso natural; noté que los animales pueden sentir la tensión de ambos lados. Los árboles apenas han crecido en todo este tiempo", relata. "Es lamentable, pero como la generación que quedó partida con la división ya ha muerto, los jóvenes ya no están ansiosos por la reunificación. Creen que será difícil de digerir económicamente, igual que pasó en Alemania", termina.

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