Con muchos cañones por banda
El abordaje pirata atrapa la atención de 4.000 personas en su primer año en el programa oficial de Semana Grande
"¿Es que yo no me he dado cuenta o estamos en el Caribe?", se preguntaba ayer Zack, un turista estadounidense de 26 años incrédulo ante lo que veía a través de sus modernas gafas de sol: cientos de personas a bordo de improvisadas lanchas lanzando vítores y celebrando en el puerto de San Sebastián el abordaje, organizado desde 2003 por la plataforma popular Donostiako Piratak y que este año se ha incorporado al programa oficial de la Semana Grande. "Si lo hubiera sabido, habría venido preparado para la ocasión", añadía Zack poco antes de rendirse a la fiesta y saltar al agua sin siquiera quitarse las gafas.
Ninguno tenía pata de palo; muchos, parches dibujados en el ojo, y todos, caras felices. Como buenos corsarios, algunos de ellos portaban botellas de ron, coreaban indescifrables canciones y lucían con orgullo cicatrices desde la oreja a la boca. Desde el muro del puerto, convertido en trampolín para la ocasión, varios polizones saltaban a sus barcos de creación propia y trataban de abordar a los buques que se resistían a rendirse con pistolas de agua y bolsas de harina.
"¿No me he dado cuenta o estamos en el Caribe?", se preguntaba un turista
"Es la primera vez que participo y seguro que no va a ser la última", comentaba Ingrid, una adolescente de Zumaia que lucía con su grupo de amigas unas camisetas moradas especiales para la ocasión. "Llevamos varias semanas preparando la cita. Aunque el bote lo hemos hecho esta mañana con unas colchonetas de plástico, hemos preparado pancartas, dibujos y ropa para el abordaje", explicaba feliz mientras ondeaba la tradicional bandera pirata con una calavera y dos huesos cruzados.
La jornada había empezado a las ocho de la mañana en el puerto, donde quienes no traían sus balsas preparadas, empezaban a montarlas sobre bolsas hinchables, palés y tablas. A mediodía, los participantes celebraron una comida popular previa al inicio de la fiesta acuática, a cuyo final, tras la singladura del puerto a La Concha, siguió una marcha por las calles de la ciudad, una cena y una verbena.
Daniel, para quien esta es "una fecha marcarda en el calendario desde hace muchos años", aún trabajaba puliendo pequeños detalles de su barca minutos antes del chupinazo que daba inicio a la corta travesía, menos de un kilómetro. "Estoy acabando de serrar el ocume que vamos a atar con cuerdas a las balsas que compramos la semana pasada. Además, vamos a montar un sillón de madera encima para ir como verdaderos reyes piratas", bromeaba mientras pasaba los remos a sus compañeros, que bailaban al son de una canción que sonaba por los altavoces.
Segundos antes de la salida, unos 4.000 curiosos se arremolinaban en el puerto y sacaban fotos de una celebración que nació de forma popular y se ha convertido en uno de los atractivos de la Semana Grande. Algunos de los bucaneros tardaron más que otros en navegar hacia su destino; otros naufragaban y buscaban los restos de sus barcos a nado, pero todos acabarían encontrando su tesoro: una playa con forma de concha.
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