'Soy más un guardián que un coleccionista'
El coleccionista crea sus modelos, y Han Nefkens tiene uno. Durante los sesenta y setenta, coleccionar se entendía como una forma de construir la historia, de entender el presente. Las colecciones europeas y americanas eran un reflejo de los encuentros privados con los artistas, revelaban experiencias personales, procesos íntimos de comunicación. Para este periodista y escritor holandés (Rotterdam, 1954), coleccionar es "una forma de compartir. El acto de dar es uno de los valores más infravalorados de nuestra sociedad. Pero cuando compartes, no estás solo", afirma. Afincado en Barcelona desde hace una década, Nefkens compró su primera pieza en 2001, una videoinstalación de Pipilotti Rist, a la que se añadieron los Jeff Wall, Sam Taylor-Wood, Bill Viola, Shirin Neshat, Félix González-Torres... La particularidad de Nefkens es que deja sus obras en préstamo a museos europeos. "Me siento más guardián que coleccionista, porque siempre me aseguro de que las obras se exponen de la mejor forma y el mayor tiempo posible". Desde 2001 colabora con el Centraal Museum de Utrecht, el Boijmans van Beuningen de Rotterdam, el Huis Marseille de Ámsterdam, el FRAC Nord-Pas de Calais de Dunkirk y la Fundación Miró.
"El arte no pertenece a quien lo compra, sino a la sociedad. Lo de tener encerrada una obra en una casa no puede ir con la personalidad de nadie"
PREGUNTA. Los ochenta enterraron la era de los kaiser del coleccionismo, Peter Ludwig, el conde de Panza, Reiner Speck, Martin Visser, Urs Rausmüller... Usted ya ha declarado que no se identifica con estos nombres. ¿Cuáles fueron sus comienzos, sus estímulos iniciales?
RESPUESTA. Nunca he sido un coleccionista típico ya que todo lo que compro va directamente a los museos. Yo me beneficio de su infraestructura y su red de contactos. Y para los museos, mi trabajo es una ayuda, no solo económica, también de intercambio de ideas. Por esa razón no empecé a comprar hasta tener una colaboración con el museo que estaba dispuesto a mostrar y recibir en préstamo las obras. El arte no pertenece a quien lo compra, sino a la sociedad. Lo de tener encerrada una obra en una casa no puede ir con la personalidad de nadie. Me gusta estar en casa de otros. De niño lo que más me emocionaba era ir de visita, disfrutaba de esta mezcla de distancia y sorpresa por estar en un sitio diferente de lo acostumbrado, diferentes cortinas, diferentes platos, un olor distinto.
P. Entonces su actividad se acerca más a la de un mecenas.
R. Sí. En realidad, lo que a mí me ilusiona es el reto de producir una pieza que de otra forma no hubiera existido. En los últimos años no he hecho compras, pero sí he encargado trabajos para museos específicos de autores como Olaf Nicolai, Andro Wekua, Steiner & Lenzlinger, Sherana Shabazi, Ryan Gander y, la última, de Pipilotti Rist para la Fundación Miró. Ahora acabo de llegar de Beirut, allí he visto una exposición de Mona Hatoum. Me gustaría hacer algo con ella en Barcelona. También he creado la ArtAids Foundation, hago encargos sobre la temática del sida a artistas de todo el mundo. A través de H+F Curatorial Grant invito, conjuntamente con el FRAC Nord-Pas de Calais, a jóvenes comisarios a trabajar en proyectos específicos para adquirir experiencia práctica.
P. La idea del coleccionista que formaba parte de un movimiento cultural y político está lejos de la motivación actual de los grandes capitales, con la arrogancia de los Arnault, Pinault, Flick, Saatchi. ¿Cree que hoy se ha acabado aquello de "no importa cuánto cueste, me lo llevo"?
R. No, porque sigue habiendo gente con mucho dinero. Para ellos el arte es un símbolo de su estatus, de ego. En lugar de un tercer yate se compran cinco Damien Hirst. Muchas colecciones de arte se parecen porque sus dueños han comprado asesorados por las mismas galerías. Son colecciones intercambiables, no nos hablan de la persona, sino de lo que se cotizaba en aquella época.
P. ¿Cree que su colección es una muestra de la Westkunst, de cultura occidental? ¿Es una visión fragmentaria de una época más que una panorámica continua?
R. Es una visión muy parcial de esta última década, pero sobre todo es una visión de quién soy yo. Llevo una vida bastante nómada y eso se refleja en la colección donde, aparte de artistas occidentales, hay obras de artistas de Japón, Tailandia, Oriente Próximo y Sudáfrica. Pero aún no es lo suficientemente global.
P. ¿Qué dosis de escepticismo ha de tener un coleccionista?
R. Con los hypes -firmas, por así decir, de rabiosa actualidad- un coleccionista tiene que confiar más en su estómago que en sus orejas. Como en casi todo en la vida, si te dejas llevar por la intuición las cosas acaban saliendo bien.
P. Walter Benjamin hablaba de que el coleccionismo es una manera de afrontar la muerte... Una colección está siempre viva, nunca se puede completar, pues siempre quedará algo por incorporarse. A finales de 2001, usted enfermó gravemente de una encefalitis causada por el virus del VIH. ¿Por qué es tan importante su enfermedad como marco de referencia para su colección?
R. Los que somos conscientes de la fragilidad de la vida somos privilegiados porque ya no tenemos la ilusión de una vida eterna, sabemos más que nadie que el momento es siempre el ahora. Para mí vivir es convivir. El arte es, por excelencia, un acto de compartir y una rebelión contra la muerte. Mi colección no tiene la impronta de la enfermedad, sino de la fragilidad de la vida, y su expresión es poética.
P. ¿Cuál ha sido su elección más sentimental y la obra con la que le resulta más difícil convivir?
R. Mi elección más sentimental es Little Children, de Jeff Wall. Fue la primera obra que compré después de recuperarme de la encefalitis. Son nueve fotos, en cajas de luz, de niños de todo el mundo, con diferentes cielos atrás. Es una obra llena de vida y esperanza. La más difícil es un vídeo de Ryan Gander, Is this Guilt in You Too, donde se ve un coche parado en la nieve mientras una voz en off habla de lo real e irreal en el mundo de arte. Me encanta la obra, pero al mismo tiempo despierta en mí un sentimiento de desolación. Estar solo y aislado es lo contrario de lo que busco. Mi colección no solo muestra mis deseos, también muchos de mis miedos. Compartir estos miedos con el mundo es un modo de exorcizarlos.
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