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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Santos y Chávez

El terrorismo irrumpe en la reconciliación bolivariana entre Colombia y Venezuela

Bogotá se había casi olvidado del modo terrorista. Pero ayer, como para subrayar los retos a los que se enfrenta el presidente Santos -que tomó posesión el sábado pasado-, un coche bomba estalló ante el edificio que alberga a Caracol Radio -propiedad del grupo PRISA- y a la delegación de la agencia Efe. El artefacto, que detonó poco después de las cinco de la madrugada, afortunadamente solo causó heridos leves. Aunque recuerda el criminal proceder de las FARC, la guerrilla, acorralada pero no batida, que endemonia la vida de los colombianos, no hubo atribución ni reivindicación del mismo. En cualquier caso, el cobarde proceder de los terroristas no amedrentará a los ciudadanos de Bogotá ni a los profesionales de Caracol Radio y Efe.

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El presidente Santos ha iniciado, pese a todo, de la manera más convincente su mandato saneando en solo cuestión de horas las relaciones con Venezuela. Y no es que eso no haya ocurrido ya un cierto número de veces. En cuatro ocasiones Caracas ha roto o congelado relaciones con Bogotá desde 2005, pero hasta la ruptura del pasado 22 de julio los protagonistas eran siempre el presidente venezolano, Hugo Chávez, y su homólogo colombiano, Álvaro Uribe. Y si el primero se especializaba en truculencias, el segundo daba facilidades. Pero en la cita del martes, en la quinta de Santa Marta (Colombia) donde murió Bolívar, el que jugaba de local era Juan Manuel Santos.

Ambos líderes parecían transfigurados. El colombiano se desmarcaba de su predecesor -de quien fue exitoso ministro de Defensa- no solo por voluntad de estilo sino por sus evidentes aspiraciones de no tolerar enemigos a la izquierda; y el venezolano, que olvidaba que hacía solo unos meses despotricaba de Santos, respondía a las acusaciones de que cobijaba a la guerrilla en su territorio, jurando que nunca consentiría que nada parecido ocurriese; y especialmente, ya no reprochaba a Colombia que hubiera concedido a Washington el uso de bases militares. Más allá de lisonjas y promesas, la reconciliación suena bien porque ambos países son vecinos complementarios. Colombia exportaba bienes de primera necesidad a Venezuela por valor de unos 7.000 millones de euros al año, lo que tras la congelación de relaciones en 2009 cayó en un 70%. El nuevo amigamiento, en cambio, contempla la creación de comisiones de cooperación política y económica, y ha contado con la mediación del secretario general de Unasur, el ex mandatario argentino Néstor Kirchner, con lo que las partes pueden incluso felicitarse de trabajar por la integración continental. Si Chávez tenía en Uribe un adversario que le permitía el recurso patriótico de cerrar filas ante agresiones imaginarias, en Santos halla la personalidad ideal para el borrón y cuenta nueva; y el presidente colombiano lo que necesita es paz y concordia para atacar los problemas de una nación que tiene aún, como pudo verse ayer, enormes retos pendientes.

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