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Reportaje:BELLEZA

La magia se llama Nars

Andrea Aguilar

Va vestido con un impecable traje negro a juego con su camisa. Luce un perfecto cutis pálido y mate. El tono de la montura de concha de sus grandes gafas cuadradas hace juego con su barba y su cabellera caoba. El reverenciado maquillador y fotógrafo francés François Nars no parece un maldito, ni un vampiro: el negro simplemente aporta un aire sofisticado a su escaso metro sesenta de estatura y constitución ancha. La edad es un secreto que guarda casi con el mismo celo que el de las fórmulas de su línea de cosméticos. Curiosamente, desde que llegaron por primera vez a una tienda hace 16 años, sus pintalabios también están envueltos en negro. Aquellas barras sacaron a Nars al ámbito comercial, una edición de 12 tonos con sugerentes nombres como Jungle Red -inspirado en la clásica película de Howard Hawks

"El sueño de todo maquillador es tener su propia línea y saber que en cada rincón hay mujeres que lo usan"

Mujeres- que solo se vendían en los almacenes Barneys. Después llegó el colorete Orgasm, el éxito comercial a gran escala y la ampliación de su línea hacia otros productos innovadores como Multiple -una barra multiusos sin aceites que puede usarse como sombra, carmín y colorete- "el fast food del maquillaje", en palabras del visionario francés, que lleva más de una década revolucionando el tocador y varias más creando escuela a golpe de pincel y polvera.

Las limitaciones del presupuesto de la primera campaña de publicidad fue lo que le llevó a ponerse detrás de una cámara. En 1999 reunió algunas de sus imágenes más icónicas en X-Ray, donde mezcló los rostros de Paloma Picasso o Catherine Deneuve con punkis o con mujeres de la alta sociedad, "como en una fiesta divertida", dice. En Make-up your mind desveló algunos de los secretos de su estilo con fotos de sus amigas celebrities, y hace unos meses en una fiesta en el Village con mucho champán presentó 15x15, el libro fotográfico que homenajea el 15º aniversario de su marca. Entre los modelos reunidos en esas páginas se encontraba la aristócrata británica Daphne Guiness, última musa de Nars y protagonista de una de sus campañas, cuyo nombre bautiza una sombra de ojos morada. "Ella es una pieza de arte viviente", apunta François. A pesar de ello no ha sido Daphne, sino Marcel, el bulldog del maquillador, quien ha protagonizado su última campaña publicitaria, una elección sin precedentes en el mundo de la cosmética.

En el año 2000 Nars vendió su firma a Shiseido -el cuarto grupo de cosmética en volumen de ventas-, pero mantiene el control de toda la dirección creativa. Su marca continúa expandiéndose imparable. El año pasado sus productos de maquillaje y para el cuidado de la piel llegaron a 22 mercados, incluido el español. "El sueño de todo maquillador es tener su propia línea, su nombre en el producto y saber que en cada rincón del mundo hay mujeres que lo usan", dice.

Otro sueño, que no queda restringido al gremio de los maquilladores, es el de tener una isla paradisíaca en propiedad y él también lo ha cumplido. El acuerdo de venta a Shiseido le permitió comprar Motu Tane, una de las 118 islas de la Polinesia francesa. Ayudado por el diseñador de interiores Christian Liagre y el paisajista Pascal Cribier, Nars construyó 14 pabellones en línea con el estilo de arquitectura local. Cuentan que incluso supervisó personalmente el proceso de plantación de las cerca de 1500 palmeras que adornan la isla, en la que reside unos cuantos meses al año. El resto del tiempo alquila algunos de los bungalows.

Lejos de la calma de Motu Tane, en un antiguo cuartel de la avenida Lexington arranca la cuenta atrás de uno de los desfiles más esperados de la Fashion Week neoyorquina. Faltan tres horas para que presenten las nuevas creaciones de Marc Jacobs. Mientras camina por los estrechos pasillos del backstage, François difumina una sombra aquí y un iluminador allá, saluda a los colaboradores y reparte su toque maestro. También posa para las fotos. El barullo de secadores, peines, pinceles y cámaras es considerable, pero el francés se mantiene sereno mientras supervisa el trabajo de la legión de maquilladores a su cargo, más de 30 profesionales que, armados con cinturones atestados de herramientas, empolvan a contrarreloj.

Nars se encuentra rodeado de un enjambre de periodistas, con cerca de 20 micrófonos apuntando a su boca. Ante tanto revuelo cabría esperar un anuncio más dramático que estético, como, por ejemplo, la retirada de las tropas de Afganistán. Pero no, al fin y al cabo, esto es un desfile y de lo que se habla es de looks. Hace apenas 72 horas que Nars pintó la cara a la nueva colección del diseñador neoyorquino y ha llegado la hora de desvelar las claves. "Todo deriva de la colección. Los colores son desvaídos, es como si el maquillaje se hubiese caído, como Kate Moss después de una noche de fiesta", explica. "Pero no se trata sólo de famosas. Queríamos dar con un look más intelectual, con un tipo de chica cool de París, Londres o Nueva York. No es una imagen cosmética, los labios están un poco secos, sin brillo y hay mucho, mucho rímel".

No fue la máscara de las pestañas, sino los polvos de su abuela lo que cautivó a Nars en su infancia. Hijo único, nacido y criado en el sur de Francia, cuenta que descubrió su vocación gracias a la suscripción de su madre a Vogue. Se formó en la Escuela de Carita y, una vez graduado, de nuevo fue su madre quien dio un impulso definitivo a su carrera al pedir hora como clienta con los mejores maquilladores del momento en París. A todos les habló de su talentoso hijo y así obtuvo sus primeros trabajos. En 1979, Nars participó en su primer desfile, el de la entonces estrella emergente Claude Montana. "El backstage entonces era muy distinto, la peluquería y el maquillaje han cambiado muchísimo. Pero la idea siempre ha sido la misma: al final se trata de inventar un look, y el proceso creativo que esto conlleva es igual siempre", asegura.

Apenas cinco años después Nars llegó a Nueva York. Trabajó con todos los diseñadores del momento, con fotógrafos como Meisel, Irving Penn o Avedon. Y con sus pinceles este francés ayudó a redefinir cuantas veces fuese necesario el rostro de la generación de modelos que volvieron del revés el negocio de la moda: las top Christy Turlington, Naomi Campbel, Cindy Crawford y Linda Evangelista -por quien siempre tuvo una especial predilección-. Entre sombras y carmines, Nars fue destilando su filosofía. "Las mujeres ya no están limitadas a una gama de colores que se supone que deban usar o, por el contrario, evitar. Destierra para siempre la palabra evitar de tu tocador", dice. "Puedes elegir cualquier color por el que te sientas atraída y hacerlo funcionar".

Este credo ha convertido a Nars en todo un mito. Magda Ogbe, una de las maquilladoras que trabajan en el desfile de Jacobs, le define como un genio. "Sus creaciones son simples, pero muy visuales. Tiene muchísimo talento", explica. Lena, estrecha colaboradora de François desde hace más de 15 años, mantiene intacta su fascinación por el trabajo del francés: "Tiene un gusto increíble, y todo lo que toca, cambia". ¿Y dónde se inspira Nars, amante confeso de las gardenias y la comida japonesa? "Todo me produce curiosidad, la música, el cine y la naturaleza, todo está vinculado al maquillaje".

Marc Jacobs le interrumpe. Lleva su característico pendiente de diamante en el lóbulo. Toma asiento para que le den un brochazo. Fue este diseñador quien logró convencer a François para que volviera a las pasarelas hace un año. "¡Nars ha cambiado radicalmente el mundo del maquillaje!", exclama antes de lanzarse a saludar a las modelos. ¿Y después del desfile qué viene para el inquieto François? La apertura de la primera tienda Nars en el Village prevista para noviembre y el lanzamiento del libro Make-up your mind II, con rostros de la calle.

El maquillador François Nars trabajando en la última semana de la moda de Nueva York
El maquillador François Nars trabajando en la última semana de la moda de Nueva York
Modelo maquillada por François Nars
Modelo maquillada por François Nars

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Sobre la firma

Andrea Aguilar
Es periodista cultural. Licenciada en Historia y Políticas por la Universidad de Kent, fue becada por el Graduate School of Journalism de la Universidad de Columbia en Nueva York. Su trabajo, con un foco especial en el mundo literario, también ha aparecido en revistas como The Paris Review o The Reading Room Journal.

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