Diez oasis ocultos en el desierto de asfalto
Saltar de árbol en árbol, practicar vela o vengarse del sol viéndolo morir en un templo... - Agosto en Madrid no tiene por qué ser un castigo
Los amigos se van. La ciudad se llena de extraños. El termómetro no da tregua. Opciones: 1) Envidiar a los que se han ido lejos; 2) Disfrutar de las múltiples posibilidades que quedan ocultas en los rincones de Madrid. Para los que se decanten por la segunda, aquí van 10:
1. Sudor 'versus' calor. El termómetro marca 35 grados. Siete de la tarde. Uno podría quedarse en la orejera del salón debajo del chorro de aire acondicionado. O hacer todo lo contrario, salir en busca de la ola de calor y enfrentarse a ella de frente, con pantalones cortos y zapatillas de deporte. A las siete de la tarde sale a correr por el parque del Retiro el grupo de Running Company, una tienda de deportes que lleva tres años haciendo piña deportiva entre gente con ganas de estirar las piernas. En agosto no paran. Y no cobran, a diferencia del resto del año. Cualquiera puede apuntarse a correr con ellos, los martes en grupos mixtos y los miércoles en grupos de mujeres (con ejercicios específicos para el físico femenino), ambos días de siete de la tarde a ocho y media. Como es agosto y la temperatura aprieta, harán sesiones de carrera de 20 minutos y el resto del tiempo estirarán, fortalecerán músculos y charlarán, que es una de las claves de este colectivo, tan interesado en estar en forma como en pasar un rato relajado, "en familia", según dice el monitor Agustín Rubio.
Running Company. Paseo de la Infanta Isabel, 21. 914 335 565
2. El sol muere en un templo. Después de una jornada sometido a la tiranía del sol de la meseta, es una buena experiencia -entre la venganza y el placer estético- verlo morir en el templo de Debod. Adiós maldito, hasta mañana. En un pequeño promontorio, detrás de la plaza de España, está un templo egipcio del año 200 antes de Cristo, rodeado por un jardín. Poco antes de las nueve de la noche la gente se acomoda y se orienta hacia la sierra del Guadarrama, al oeste, donde el sol se va zambullendo. El color del ocaso es una luz de fuego suave, anaranjada, con tonalidades raras que quizás deban algo a la capa de dióxido de carbono que filtra el cielo madrileño. Van grupitos de jóvenes con la guitarra, el bongó y la botella de sangría; parejas obnubiladas, individuos que absorben los últimos rayos en posición budista y un equipo sincronizado de vendedores de latas de cerveza. Un consejo: procure no caer en la tentación de meter un euro en los telescopios del mirador, dos aparatos azules que reúnen dos características aborrecibles: tienen menos de metro y medio de altura (poner el ojo en el objetivo es labor de contorsionista), y la vista es mala, borrosa la definición y poco atractivo el paisaje. Mejor guardarse el euro para bajar a las terrazas del paseo del Pintor Rosales cuando caiga la noche y tomarse un refresco.
Templo de Debod. Calle de Ferraz, 1. El templo abre de martes a viernes de 10 a 14 y de 18 a 20, y los sábados y domingos de 10 a 14. Gratis.
3. Agosto autogestionado. En el centro social Tabacalera, en la glorieta de Embajadores, este es un mes movido. Hace dos meses que arrancaron las actividades de los distintos colectivos que usan los 8.000 metros cuadrados que les ha cedido por un año el Ministerio de Cultura, propietario del edificio, y el ritmo de avance es intenso. Todo está cuajando y creciendo, desde el bar del patio, que se llena de gente cuando cae el día para beber cervezas a un euro y mojitos a dos, hasta los proyectos de cada cual. La cita entrañable del mes es el Baile de la Flor de Lavapiés, el domingo 8, coincidiendo con las fiestas de San Cayetano. "Una noche recastiza", dice David Rodríguez, miembro del centro social. La gracia del asunto es la parroquia -jóvenes urbanos y vecinos mayores- que se junta a bailar pasodoble, cha-cha-cha o mambo. Cada semana funcionan otras actividades. En un almacén han construido un half-pipe, una amplia U de madera para patinar, hecha con materiales abandonados de la fábrica. Abre de seis de la tarde a diez de la noche y hay que apuntarse en culturaskate.org. Se puede también jugar a la pelota vasca los domingos a las once de la mañana; se juega en una sala a la que han llamado El Molino Rojo, antiguo almacén del tabaco, donde también se practican libremente malabares y acrobacias los jueves de seis de la tarde a diez de la noche.
Centro Social Autogestionado La Tabacalera, calle de Embajadores, 51. www.latabacalera.net
4. La botánica y el puchero. La comida se ha convertido en un arte, y qué mejor para condimentar los alimentos con conocimiento de causa que escuchar a un biólogo explicar cómo se usan las hierbas aromáticas. El Real Jardín Botánico ofrece los sábados a las doce del mediodía un recorrido guiado para conocer las plantas aromáticas y sus usos como especias, perfumes o infusiones. "Los monitores cuentan recetillas. En lo que no se meten es en los asuntos medicinales", explica la coordinadora del programa educativo del Botánico, María Bellet. También está la opción de llevarse a los niños a un recorrido con actividades por el jardín, una manera más aplicada de que entiendan a las plantas que tenerlos en casa con un cuaderno veraniego de biología. Las dos actividades se reservan por teléfono o en la web del Botánico y cuestan la entrada al jardín, 2,50 euros (gratis para jubilados y menores de 10 años).
Real Jardín Botánico. Plaza de Murillo, 2. 91 420 30 17. culturacientifica@rjb.csic.es o 914 203 0 17
5. Una copa con Duchamp. El museo Reina Sofía plantea una posibilidad interesante: tomarse el sábado el primer gin-tonic con el regusto del arte contemporáneo. Este día las exposiciones cerrarán a las once de la noche, dos horas más tarde de lo normal. La parte artística de la actividad da opción a ver, por ejemplo, las muestras Manhattan, uso mixto, una exhibición de fotografías de la Gran Manzana; o la exposición Nuevos realismos: 1957-1962, sobre el cambio artístico de la pintura abstracta a la cultura pop o el arte conceptual, con piezas de Marcel Duchamp, Roy Lichtenstein o Claes Oldenburg. La parte de silla y copa se puede cumplir en en el jardín de Sabatini (en la parte antigua del museo) hasta las once de la noche o en el bar de Nouvel (en la parte nueva) hasta las doce.
Museo Reina Sofía. Calle de Santa Isabel, 52.
6. Música al fresco. Todos los domingos a las nueve de la noche habrá conciertos en la terraza de la Casa Encendida: tres euros por ver a Kath Bloom, cantante de folk, country y blues, o Toro Y Moi, un chico de 23 años que rebusca en hits de los ochenta. Otro camino es juntar naturaleza con flamenco. Dentro de los Veranos de la Villa habrá conciertos durante todo el mes en los Jardines de Sabatini, junto al Palacio Real. Enrique Morente, José Mercé y otros flamencos por precios de 12 a 18 euros.
La Casa Encendida. Ronda de Valencia, 2. Jardines de Sabatini. Cuesta de Sabatini, 16.
7. Tarzanes en la sierra de Guadarrama. Imagínese subido a un pino, a 12 metros del suelo, en medio de la sierra madrileña. Visualice el pino de enfrente, a unos cuantos pasos de distancia. Ahora, salte para alcanzarlo. ¿Se atrevería? No hace falta ser Tarzán para echarle agallas. De hecho, un niño de nueve años puede lanzarse con la certeza de que no acabará hecho tortilla. De Pino a Pino es un parque de aventura en los árboles de dos hectáreas situado en el Valle de la Barranca, en Navacerrada (www.depinoapino.com). El espacio permite al visitante descargar chorros de adrenalina a lo largo de cuatro circuitos sin poner el pie en el suelo. Lianas, puentes colgantes, redes, pasarelas, tirolinas de hasta 160 metros... En alrededor de dos horas se completa el recorrido. En Madrid ya son tres empresas las que se dedican a esto, De Pino a Pino, Indiana (www.indiana-sl.com) y Aventura Amazonia (www.aventura-amazonia.com). Una clase introductoria para aprender a manejar los mosquetones es suficiente para atreverse a la aventura, a la que se puede acceder desde los nueve años de edad. El precio en de Pino a Pino es de 22 euros. 18 si se tiene entre 11 y 15 años, y solo 16 para los menores de nueve y diez, aunque los peques tienen vedadas las pruebas más duras.
8. Chapuzones de meseta. Si usted es un amante de los deportes náuticos y está condenado a vivir su agosto en la capital, no sufra. Madrid le garantiza la aventura acuática. Hay un abanico de ríos, embalses y pantanos donde remar en piragua, navegar con vela, surcar olas a motor o, simplemente, bañarse. El remo es sin duda el deporte náutico rey en la región, pero no el único. Hay otras propuestas, que varían en función del lugar. Desde deslizarse en piragua por el río Lozoya a sentir la velocidad del viento a bordo de lanchas o motos acuáticas en el pantano de San Juan (San Martín de Valdeiglesias), el único donde se permiten este tipo de embarcaciones. La vela también es una opción a practicar en San Juan y en el embalse de Valmayor. Además, en este último el visitante puede aventurarse a descubrir la playa de los Ilegales, un pequeño espacio situado en el camino que une Galapagar con la presa de Valmayor al que se llega entrando por una vía de servicio a 300 metros de la propia presa, donde los amantes del kitesurf pueden desplegar sus cometas.Las empresas que explotan estos espacios ofrecen todas estas actividades por unos precios que oscilan entre los cinco euros por un paseo en barco, hasta los 30 euros por 20 minutos de alquiler para las motos acuáticas. Si uno dispone de su propio material puede dirigirse directamente a la Confederación Hidrográfica del Tajo (www.chtajo.es), la encargada de gestionar las licencias de navegación en todos estos espacios.
9. Hacer el burro. Dicen que los niños de ciudad no saben lo que es un burro. Pero los que han ido a Burrolandia saben lo que son 46 juntos. Esta pequeña aldea de cuadrúpedos situada en el municipio de Tres Cantos (glorieta de la Moraleja, 147), ofrece a los más pequeños la oportunidad de acercarse a este animal doméstico, actualmente en peligro de extinción. La visita por la ciudad de los asnos es gratuita. Los domingos por la mañana, de 11.00 a 13.30, los visitantes pueden dedicar un rato a disfrutar de la compañía de los asnos observando cómo es su hábitat, su comportamiento, su alimentación, su limpieza... y darse un paseo a lomos de uno de los pollinos o subido en un carro tirado por ellos (tres euros el paseo, que serán destinados a mantener la instalación). No faltan por esta ciudadela ejemplos de los utensilios que a lo largo de la historia estos animales se han visto obligados a cargar para suplir las fuerzas de la endeble raza humana en las labores agrícolas e industriales. Los pequeños disfrutan, aprenden y pasan la mañana. ¿Alguien da más? Pues atentas las que hayan soñado alguna vez con sentirse reinas del Nilo. Una pastilla de jabón de leche de burra, a tan solo tres euros de distancia.
10. Cine descapotable para las noches de verano. La capital ofrece cientos de metrajes en sus cines de verano. Los que quieran asomarse a la gran pantalla al tiempo que disfrutan de una velada bajo la bóveda celeste madrileña tienen este agosto su gran oportunidad. En el parque de La Bombilla (Avenida de Valladolid S/N, tras las iglesias de San Antonio), por cinco euros, se puede disfrutar de una doble sesión diaria desde las 22.30 (www.fescinal.es). Por el mismo precio hay una sesión diaria cada noche a las 22.15 en el Parque Calero (www.salarena.com/cineverano2010.html). Y la oferta se amplía con otros espacios que no emiten a diario: La Casa Encendida, los sábados (22.00, 2 euros); el Cine de Verano Casa Museo Lope De Vega. (C/Cervantes, 11), los jueves (22.00, gratis); el Centro Cultural Paco Rabal (Calle de Felipe de Diego, 11), viernes y sábados (22.30, 2 euros); y Tabacalera (Embajadores, 53), donde existe una videoteca autogestionada y gratuita, cualquier día y a cualquier hora, para ver cine con cigarrillo en la boca. Si quieren.
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