Una estrategia financiera insostenible
La nueva Xunta lleva ya un año largo al mando. Tiempo suficiente como para que comiencen a evidenciarse las estrategias reales al deshilacharse el manto de la retórica. El nuevo Gobierno ha debido afrontar un escenario de crisis -con un fuerte impacto sobre los ingresos- que ya conocía antes de las elecciones y para el cual el candidato Feijóo aseguraba poseer soluciones rápidas, al modo de pócimas milagrosas, como las bajadas de impuestos. Nada más comenzar su mandato anunció además un programa de austeridad y su conselleira de Facenda, el objetivo de la reducción del déficit.
En el transcurso de unos meses esas promesas han quedado reducidas a cenizas. Ni alivio fiscal, excepto migajas, ni seriedad en la aplicación de la austeridad, ni caída del déficit. ¿Cuál ha sido entonces la estrategia real en materia de finanzas autonómicas?
Centrifugar la deuda no es eliminarla. Solo le vale a un político que ve Galicia como estación de tránsito
Pues ha tenido dos elementos básicos. El primero, acomodaticio, de recorte generalizado en todas las áreas de gasto, con mayor incidencia en las de carácter social (educación, sanidad). El presupuesto inicial del presente ejercicio ha puesto de relieve las limitaciones de la política de austeridad, con el crédito para salarios o para el conjunto del gasto corriente en ligero ascenso, en términos homogéneos interanuales. Pero el presidente Núñez Feijóo no ha renunciado a sustituir programas de gasto que funcionaban por otros más onerosos y de menor cobertura social, como parar la puesta a disposición de libros de texto para los padres. Y nada se sabe aún de su declarada intención de reducir substancialmente las entidades de la administración periférica: no ha cerrado ninguna. Sólo el recorte en el salario del personal al servicio del sector público -por decisión del Gobierno de España- permitirá a la Xunta de Galicia un ahorro significativo, aliviando la presión sobre unas cuentas públicas que llevan camino de ampliar el déficit inicial al final del ejercicio.
El segundo elemento, estratégico, de impulso al endeudamiento presupuestario y a las operaciones de deuda fuera del presupuesto para mantener un volumen aceptable de inversiones. En el año 2010 se ha autorizado la mayor capacidad de endeudamiento de la historia de la Xunta de Galicia, superando largamente el 2% del PIB, para una inversión presupuestaria en franco retroceso en relación con las cifras de los ejercicios precedentes. Y además se han previsto operaciones de centrifugación del déficit de gran calado, como para la construcción de la autovía Carballo-Berdoias, continuando un programa del Gobierno anterior a un coste mucho más elevado, y de otras infraestructuras viarias, o para el nuevo hospital de Vigo, la ampliación del hospital de Pontevedra o los centros de salud. No parece, por las cifras que conocemos, que en estos casos se haya aplicado además un criterio de austeridad. Pero lo que interesa subrayar es que centrifugar la deuda no significa eliminarla. Sigue existiendo, es real y hay que pagarla en el futuro. Además, muy cara, porque las empresas concesionarias se financian a un coste mayor e incluyen primas de riesgo altas sobre unas tasas de beneficio ya de por sí elevadas. Estos costes se trasladan al gasto corriente del futuro.
Y, por lo tanto, esta estrategia es insostenible en el medio plazo. La variable clave es el ahorro neto de la Xunta de Galicia, es decir, la diferencia entre los ingresos corrientes frente a los gastos corrientes y la amortización de la deuda existente. En el año 2010 apenas presentaba valores positivos en el presupuesto inicial, desplomándose desde los elevados niveles de 2009. Con un escenario de ingresos como el actual y un programa de ajuste intenso del déficit, las inversiones públicas presupuestarias sufrirán un notable descenso en los próximos años, dificultando la imprescindible modernización de Galicia.
La solución no es, como parece creer el actual Ejecutivo autonómico, seguir recortando el gasto de forma indiscriminada, lo que obligará a actuar sobre programas de gasto social, al tiempo que se ahonda en la externalización del déficit. Este camino vale tan solo para un gobernante con objetivos a corto plazo, para el que Galicia es una estación de tránsito.
Es preciso poner en tensión al conjunto de las cuentas autonómicas, con un test de eficiencia. Que incluya el gasto corriente y el gasto de capital. Con el objetivo de reducir de forma permanente aquellas partidas que no aportan valor suficiente a los ciudadanos. En un esfuerzo sostenido en el tiempo, liderado desde el ámbito político y que no encuentra fisuras al chocar con los intereses de grupos de presión o de partido. En este sentido, una decisión como la de la autovía Carballo-Berdoias, optando por una solución que, como mínimo, supone 218 millones de euros más, es letal para la credibilidad de una estrategia de eficiencia.
Y es indispensable actuar sobre los ingresos, volviendo, si es necesario, sobre decisiones adoptadas en los últimos años. Por motivos básicos de suficiencia financiera pero también de equidad: para repartir mejor el coste de una crisis que obliga a dolorosas decisiones sobre el gasto público. Procurando, eso sí, que se favorezca la neutralidad impositiva y la simplicidad.
Xaquín Fernández Leiceaga es portavoz parlamentario del PSdeG
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