Shakespeare con los ojos de Tolkien
Los hermanos Aguado son geniales hacedores de criaturas fantásticas: de haber nacido en la órbita anglosajona, en Hollywood se los rifarían. Cuando sacaron a pasear a sus primeros personajes, hechos con presupuesto cero, la gente se quedaba boquiabierta: no tenían nada que envidiar al Jedi y demás bichos de la saga de La guerra de las galaxias. Junto con la directora Eva del Palacio, crearon hace 25 años la compañía Morboria, de referencia en el teatro de calle, que poco a poco fue abriéndose camino también en la recreación de clásicos, servidos desde una óptica personal.
En Morboria adoran la farsa. Ya hagan un moreto, un molière o un shakespeare, suelen caracterizar a sus protagonistas masculinos con orejas postizas extremadamente grandes o puntiagudas, cabelleras improbables y narices superlativas. Mitad cuento de hadas, mitad entrada de clowns, El sueño de una noche de verano es una obra que les va al pelo: les deja sitio para derrochar imaginación. En sus manos, la corte de elfos de Oberón y Titania recuerda a la parada de los monstruos con que finalizaba un episodio de la vieja teleserie Perdidos en el espacio, y la entrada de Puck acarreando una flor de mayor envergadura que la suya nos ilumina súbitamente sobre la originaria naturaleza diminuta de estas criaturas.
EL SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO
Autor: Shakespeare. Intérpretes: Héctor Astobiza, Malena Gutiérrez, Pedro Olivera, Paco Sánchez... Iluminación: Guillermo Erice. Compañía Morboria. Dirección y adaptación: Eva del Palacio. Teatro Alcázar. Hasta el 15 de agosto.
Poner el acento en lo plástico tiene contraindicaciones: la máscara limita la expresividad natural de Oberón y Titania y el espíritu zascandil de sus elfos queda encorsetado bajo sus hiperbóli-cos disfraces. Al final, la ninfa solitaria interpretada a cuerpo desnudo con acuática agilidad por Ana Belén Serrano resulta más elocuente que cualquiera de sus primos recubiertos de látex.
En la subtrama de los torpes artesanos metidos a cómicos, que se presta al desparrame, destaca, por su humor contenido, la interpretación de Félix Casáles, contrapunto más que necesario del Colas Canillas desaforadamente paródico de Fernando Aguado. En las escenas de los amantes, hay química entre Serrano y Diego Morales, que dice muy bien el texto: nunca permite, y es difícil en un trabajo como este, que la vista distraiga al oído. La Helena un poco barbie de Ana Burrel, acaba teniendo gracia y empaque.
Del Palacio ha hecho un montaje divulgativo, para todos los públicos o para un público más familiarizado con los audiovisuales que con el teatro shakespeariano. A pesar de su larga duración, el chaval de nueve años que tenía en la butaca de delante se lo zampó sin pestañear.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.