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Reportaje:

Condenados a rimar

Un grupo de jóvenes de Alcalá Meco cantan rap como vía de reinserción - Hoy salen de la cárcel para actuar en las Escuelas Pías de Lavapiés

Pablo de Llano Neira

"Pa hablarte claro / yo he tenido mis altas y bajas / he visto gente fumando marihuana en la ventana/ desde los 15 fugitivo / buscao como el boy Osama / he tenío mi cañón pa penetrá el callejón".

Nombre: Andrewdy Medina González. Iris: verde. Cabello: castaño. Piel: blanca. Complexión: 172 centímetros. Señas particulares: atlético. Ingreso: 08-11-2008, 0.31 horas. Segundo Grado.

En la hoja de filiación del Centro Penitenciario Madrid II (cárcel de Alcalá Meco) están las señas del preso conocido como Ronald, que son las señas del artista conocido como El Bamby, un chico dominicano de 21 años que lleva 21 meses metido entre rejas por atracar una óptica.

Es el líder de Patio 8, un grupo de música, mezcla de rap y sonidos afroperuanos, que han formado este año 10 reos de un módulo de respeto de Alcalá Meco, un compartimento especial para presos de 18 a 21 años con buena conducta que firma un contrato que les da más libertad (entre rejas) a cambio de un comportamiento más responsable y de algunos deberes domésticos. Hoy actúan a las diez de la noche en las Escuelas Pías (calle de Tribulete, 14), dentro del ciclo Creadores Nómadas de la Secretaría de Nacional del Migrante de la embajada de Ecuador.

"El machete y la pistolita" por un micrófono; ese es el cambio de Ronald

A Andrewdy le llamaremos Ronald, es más sencillo y le gusta más, por lo que se ve: lleva el alias tatuado en su mano izquierda. El dibujo tiene poca forma y un color desteñido, elaborado con una máquina de tatuar consistente en un tenedor de plástico, un boli Bic partido por la mitad, un motorcillo y una aguja para inyectar tinta, la misma para muchos brazos, pasada por alcohol después de cada tatuaje.

"La vida sigue igual/ yo solo quiero libertad/ la agonía me maltrata/ y solo me queda cantar pa olvidarme/ de los panas y fechorías que yo hasía/ de las mujeres llorando que me desían que me querían".

Los panas en América Latina son los colegas, los mismos que Ronald recuerda en la conversación porque nunca lo visitan en la cárcel, los chavales con los que arrastraba los pies por las calles de Tetuán (el flow le llaman a este andar vago y ondulante, con mucho de ritmo, de chulería y algo de aviso a paseantes...). "Yo andaba con los Forty Two [Los 42, en inglés]", cuenta Ronald, mencionando a la violenta banda dominicana en la que estuvo metido hasta acabar entre rejas por un robo con violencia en una óptica, según dice, por el que cumple una condena de tres años y ocho meses de cárcel.

"Ey, qué pasa, ¡tú eres El Bamby!", le grita un chico negro desde el otro lado de un pasillo, a través de una puerta de rejas. "¡Delincuente...", le dice como un elogio. "No, eso ya está pasao", le responde Ronald. Quien le habla es "el famoso Guille", en palabras del rapero de Patio 8. Así es, William H. C., 21 años, el chico que mató de tres puñaladas a un militar ecuatoriano, Norman Rodrigo Cevallos, al salir de una discoteca de Chamberí. Ronald habla de él como si fuese un chico normal.

-¿Le parece un buen tipo?

-Ah, no, bueno no es...

Desde pequeño, Ronald, como muchos de sus compañeros del módulo 8 y de su grupo, ha vivido en la violencia. "Cuando estaba en Santo Domingo, con 14 años, mataron a mi hermano mayor de una puñalada en el pecho, para robarle la moto. Yo estaba con él. Le duró tres días la moto... Lo encontraron los amigos de mi hermano y lo mataron".

En Madrid no cambió nada. Para andar por la calle, un machete de 40 centímetros y "una pistolita Tauro 22", comenta Ronald con franqueza, junto al funcionario de prisiones que acompañó la entrevista. Algo con lo que defenderse. Ya se lo decía Ramona, su madre, cuando le hablaba desde su piso en el 146 de Broadway, Nueva York: "Para que llore yo, mejor que llore la madre de otro".

"Ya cansao de vivir en maldad/ yo prefiero mi Dios que me traigas la paz/ que muera huo huo huo otro pistolero". Dice Ronald que "don Fernando", el psicólogo, le ha "cambiado la mente". Jura que no volverá a ser un delincuente.

Patio 8 es eso. Para este chico dominicano y para los demás de la banda (nueve presos latinos y de otros sitios, como África y Rumania), una oportunidad para desahogarse y aprender. "Compartimos más, estamos más unidos", dice Ronald. "Dejamos de juntarnos entre nuestra gente; aquí en el ocho, da igual que seas de Somalia o de donde seas, si hiciese falta nos entenderíamos por señas".

El grupo lo dirige una cantante peruana, Mariella Köhn, la encargada de cohesionar a un grupo de chavales "muy dañados", que dice Ronald, y hacer que se expresen. "Han descubierto los ritmos afroperuanos, el sonido del cajón, que más que un baile es una terapia. Son sonidos de madera, como el latido del corazón, que generan entusiasmo, son música y terapia", explica.

"Pero me lo convierten todo en rap...", admite Köhn, encantada con que la fusión sirva para que sus chicos progresen y se acerquen más al objetivo: "Salir del patio 8".

Andrewdy Medina, <i>Ronald,</i> en una celda de espera de Alcalá Meco por donde pasan los presos al entrar en la cárcel.
Andrewdy Medina, Ronald, en una celda de espera de Alcalá Meco por donde pasan los presos al entrar en la cárcel.CARLOS ROSILLO

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