_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Un triste papel

Nuestros ilustres diputados nos han hecho hacer el ridículo colectivo. Lamentablemente, nada nuevo. Tras mucha gesticulación y prosopopeya, el Parlament aprobó el viernes un acuerdo de mínimos que le llevó a votar el preámbulo del Estatuto, votado anteriormente en unas cuantas ocasiones y formatos distintos por los catalanes y sus representantes. Después de una reunión infructuosa entre los líderes catalanes, en el Parlament se salvó la dignidad, pero ha durado literalmente cuatro días: hasta el pasado martes en el Congreso.

La sentencia del Tribunal Constitucional (TC) lamina unos cuantos artículos, pero afecta sobre todo a lo intangible. Es una sentencia política que desprecia que el Estatuto es un pacto político y que, en palabras del grupo de expertos que la ha analizado, "debilita la función constitucional del Estatuto y sustituye su papel en el bloque de la constitucionalidad por el del propio tribunal".

Decía Gaziel que se debe desconfiar del jugador que siempre pierde porque no es un jugador sin suerte, sino un mal jugador

La sentencia cierra un capítulo político y los partidos catalanes han optado por el sálvese quien pueda.

En el primer momento, el presidente Montilla paró el golpe del fallo con un buen discurso, a la altura de las circunstancias y la dignidad institucional, pero el paso de los días le ha dejado sin palabras entre la presión del PSOE, las fuerzas centrípetas del PSC y la sombra de las serias ambiciones que habitan en el Ministerio de Defensa, dispuestas a convertirse en la cara optimista de la Cataluña española o, mejor dicho, de la España catalana.

El resultado es que el PSC en el Congreso ha regalado definitivamente su capacidad de influencia a un líder del PSOE en baja forma y sin credibilidad en Cataluña. La moción socialista no se aprobó por el tacticismo de los grupos catalanes y el PSC no votó la de los demás por temor de Dios (es un decir). Unos y otros podían haber votado la propuesta de los demás, pero les pudieron sus miedos y pequeñas mezquindades.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

El PSC sobrevive un día más, pero renuncia a gobernar Cataluña.

Con el río revuelto en el Congreso siempre gana CiU, que es capaz de rasgarse las vestiduras por el voto del PSC, jurar que no votará los presupuestos y a la vez participar en la aprobación del techo presupuestario, que permitirá aprobar las cuentas de 2011.

La unidad no era una demanda esotérica ni ingenua, sino una llamada a la dignidad y a tasar los apoyos globalmente. Decía Gaziel en su libro Quina mena de gent som que se debe desconfiar del jugador que pierde siempre, que no es en realidad un jugador sin suerte, sino un mal jugador. Tras el exilio por su sentido común y moderación, Gaziel llegaba a la conclusión de que "guanyarà l'Espanya blanca o l'Espanya roja, però l'una i l'altra, per irreductibles que semblin, les uneix ja des d'ara un sentiment comú: l'aversió que ambdues tenen al fet diferencial de Catalunya i la voluntat fanàtica d'anorrear-lo".

La verificación, décadas después, de la distancia entre las aspiraciones políticas de Cataluña y la idea de España que tienen el TC, el PP y buena parte del PSOE -la que habla y la que calla- tras un proceso tan largo y tortuoso lleva a los ciudadanos a la decepción, la polarización o el cinismo. En definitiva, al distanciamiento de los ciudadanos de la cosa pública.

El último ejemplo de política poco edificante es la comisión del Palau. A pesar de promoverla, el PSC ha participado con perfil bajo, dejando el trabajo en manos de sus socios, especialmente de los dos diputados de ERC. Mientras tanto, CiU ha demostrado excelencia en cinismo y habilidad política convirtiendo la investigación de los 35 millones de euros desaparecidos del Palau en el caso del hotel que no se llevó a cabo. El consejero de Economía compareció y dio explicaciones sobre la actuación de su departamento. Pero hizo algo más, una extravagancia en nuestro contexto político. Castells pidió el respeto a las instituciones y al interés público por encima de la estricta lógica partidista. Castells suena a verso libre. Quizás a Baudelaire: "¿Acaso no soy falso acorde en la divina sinfonía, debido a la tan voraz ironía que me empuja y me corroe?".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_