El nacionalismo estridente
Un buen amigo nacionalista dice que todo nacionalismo que no se comporte de modo estridente es ineficaz. Se refiere a los nacionalismos que reivindican un estatus superior frente a los Estados a los que pertenecen. Yo me permito puntualizar dos cosas: todo nacionalismo estridente es ineficaz, lo cual vale tanto para quien "oprime como para quien se siente oprimido" (utilizo el término "oprimir" porque es el que utiliza mi amigo nacionalista). El nacionalismo vasco siempre ha usado las estridencias. Para ser algo relacionado con los sentimientos sus reacciones siempre son demasiado escandalosas.
La última muestra ha tenido lugar con motivo del Campeonato Mundial de Fútbol. El senador Iñaki Anasagasti sacó algunas consecuencias gratuitas del hecho de que la Roja (selección española) haya tenido tan sobresaliente actuación en la competición. Primero publicó un artículo titulado "El nacionalismo español existe", en donde afirma que tal nacionalismo es más bien "patriotismo", al que acusa de negar a Euskadi tener su propia selección, y concluye que "por eso, todo aquello que se niega tiene todo su derecho a negar al que niega". Esta especie de galimatías, interpretado como una reflexión de doble dirección sólo sirve para negar absolutamente todo, convierte cualquier debate en un bucle que sube y baja, que fluctúa constantemente sin llegar a resolver nada. En suma, una estridencia más que con habilidad hace desembocar en un axioma ("Existe el nacionalismo vasco y existe el nacionalismo español") del que intenta aprovecharse, porque es bien cierto que hay una parte de los ciudadanos españoles que actúan como nacionalistas, pero no son una mayoría (más bien una escueta minoría) porque somos muchos más los que creemos en una democracia abierta que, respetando la tradición, la cultura y la historia, piensa en todos los ciudadanos españoles, incluidos claro está los vascos. Pero, en todo caso, si como nacionalista vasco se siente orgulloso de ser abertzale, bien sabe que tal término euskaldun significa "patriota", ¿por qué denigrar a un patriotismo a la vez que se loa al otro?
Apoyar a la Roja, ahora, no obedece a ningún vicio nacionalista español
El nacionalismo estridente pierde con sus estridencias parte de su legitimidad
Viene a echar una mano al senador un joven militante de CIU que ha escrito unos párrafos inconmensurables en un blog, que Anasagasti recoge en el suyo. En tal aportación la estridencia alcanza niveles extraordinarios: "A la mitad de los españoles debería de dar vergüenza que España gane el Mundial de 2010 ...Con la victoria de España ganó lo cañí, el Estado de pandereta, el Estado de los "paseos", el Estado del tiro en la nuca por la noche, el de mayor índice de paro de la UE, el del mayor consumo de cocaína del mundo, el del mayor fracaso escolar, la "grande y libre", la "única", la que se alimenta de Cataluña y Euskadi, la que niega procesos de autodeterminación, prohíbe lenguas, mata pueblos...La mitad de la afición debe pedir perdón por apoyar a una dictadura, una dictadura que se cargó a una España que años antes sí llegó a la final del mundial de Italia". ¿Cómo se puede hablar así de un grupo humano tan variopinto como es la misma selección española, procedente de todos los lugares de España (precisamente en mayor número de una región de tanto poso nacionalista como Cataluña), en cuyo seno se conocen todas las lenguas españolas, en donde se pueden leer apellidos de raigambres burguesas, oligárquicas, obreras, incluso apellidos que resistieron a los tiempos de inquisiciones y persecuciones étnicas que obligaron a cambiar nombres y apellidos solo por garantizar la supervivencia?.
Y no acaban ahí las estridencias porque el mismo Anasagasti tacha a los comentaristas deportivos de "patrioteros" y de parecer "hijos de Blas Piñar". Le perturba su obsesión cuando adelanta que "una selección catalana hubiera podido ganar el mundial", porque al menos tres de los jugadores pertenecientes al Barça no son catalanes. ¡Qué más da!
Si como considera Anasagasti la euforia mostrada en el resto de España "no está exenta de tintes nacionalistas" no dudará que la ausencia de euforia en Euskadi y Cataluña obedece a que no hay tales tintes sino otros borrones mucho más espesos que responden al nacionalismo excluyente y estridente que, en buena medida, interfiere en la vida abierta y compartida de todos los vascos y catalanes.
Sólo desde la estridencia nacionalista se puede reclamar una selección vasca que compita en la oficialidad internacional. El nacionalismo vasco la necesita para darse a conocer mejor en el mundo, pero es de una ceguera majestuosa no ver que el fútbol vasco no da para tanto. La misma filosofía del Athletic, con ser entrañable, es un hándicap para dar dimensión internacional de suficiente altura al fútbol vasco.
En un latigazo de cordura el amigo Anasagasti afirma que "la selección única española tiene grandes jugadores, pero eso es hablar de fútbol, no de sentimientos". Pues hablemos de sentimientos. Resulta extraño desear que cualquiera otra selección venciera a la española. Si tanto nos ufanamos cuando aportamos nuestros hombres a la selección única de España (tres jugadores vascos y el doble de catalanes) bueno será que deseemos que ganen. No concibo que quienes acuden a San Mamés y se desgañitan animando a Llorente o Javi Martinez, se dediquen a degradarles y silbarles cuando visten la Roja. Y me parece sencillamente inadmisible estar más cerca de De Jong, el holandés, que de Alonso el vasco, máxime teniendo en cuenta el tremendo patadón que propinó en el pecho del español.
El nacionalismo estridente pierde buena parte de su legitimidad con sus estridencias. El nacionalismo vasco necesita revisar todos sus planteamientos para que sus reivindicaciones, -al menos gran parte de ellas-, dejen de ser quimeras. Porque, como partido de gobierno que ha sido y quiere seguir siendo, tiene la obligación de colaborar con la configuración de una sociedad abierta en que todos podamos sentirnos cómodos. Reivindicar una selección vasca es, aunque legítimo, absurdo, pero denigrar a la Roja responde a una pataleta propia de niños enrabietados que cierran los ojos, aprietan los puños y gritan sin llegar a decir nada.
Apoyar a la Roja, ahora, no obedece a ningún vicio nacionalista español sino a una visión certera de lo que ha de ser el fútbol: un deporte en que la incertidumbre esférica representada por un balón es conducida con mimo y destreza por once artífices que saben bien sus cometidos en la difícil aventura de conseguir el gol. Como quiera que todo lo ejecutan con respeto al contrario y sin ningún atisbo de violencia, es decir sin estridencias, es justo que la Roja despierta nuestra admiración. ¿O no, amigo Anasagasti?
Josu Montalbán es diputado del PSE-EE en el Congreso.
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