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Columna
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El Infierno, ¿dígame?

Existe un tipo de personas en este mundo de Dios que, para una servidora, son un misterio total. Me refiero a las personas que, cuando reciben una llamada en su móvil, se quedan mirando la pantalla del aparato impertérritos, mientras éste suena y suena estrepitosamente. Yo, que siempre he sido un poco curiosa, pues les miro fijamente. No lo hago porque pretenda intimidarles, palabra, sino porque estoy empeñada en entender este comportamiento extraterrestre.

Uno pensaría que, en esas circunstancias, lo lógico sería contestar a la llamada, o bien colgar, o como mínimo quitar el sonido del timbre para reflexionar mejor lo que sea que estén reflexionando. Pues no, mire usted. Estas personas dejan que el timbre destroce los tímpanos y la paciencia de todos los seres vivos a 20 metros a la redonda, mientras ellos permanecen inalterables, decidiendo sin ninguna prisa si responden a la llamada o no. Termina uno por pensar que es porque les gusta profundamente el politono que han elegido para su teléfono y les da pena que deje de sonar.

Pues bien, una orden ministerial de Industria acaba de ampliar el margen de maniobra a estos amantes de los timbres y los politonos. Sí, señor. No era bastante con que los móviles fueran los dueños y señores de la Tierra, claro que no, sino que ahora van a ser también los reyes del aire. Resulta que esta semana se ha dado luz verde al uso de móviles en los aviones. En cuanto se hayan ultimado una serie de acuerdos y en cuanto se hayan hecho unos pequeños ajustes técnicos usted, que tanto ama el sonido de su politono, podrá dejar sonar su móvil todo el tiempo que quiera a más de 3.000 metros de altura. ¿Verdad que es emocionante? Sólo de pensarlo, tengo pequeños espasmos burbujeantes.

Ya me estoy imaginando en qué se van a convertir los vuelos transoceánicos. En esos vuelos, uno no aspira a una comida respetable, ni a una película con diálogos coherentes, ni siquiera a poder estirar las piernas en el asiento. Uno sólo aspira a poder dormir para que el tiempo se pase lo más rápido posible. Pues nada, me temo que ahora dormir va a ser más complicado que hacerle la manicura a Eduardo Manostijeras. No olvidemos que en esos aviones van enlatadas unas 350 almas, o sea, unos 350 móviles susceptibles de sonar en cualquier momento. No hace falta ser un genio de la probabilidad para imaginarse que van a sonar politonos a cascoporro durante todo el vuelo. Eso por no mencionar a ese otro sector de la población que es completamente incapaz de controlar su chorro de voz cuando habla por teléfono.

Ay, Virgencita. Nos espera el Infierno en el cielo. Ojalá que, por lo menos, los tapones sean cortesía de la casa.

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