Una tempestad refrescante
Próspero es un chef italiano que ha sido expulsado de su restaurante napolitano por su propio hermano: sus especialidades, magia aparte, son el Tiramisu Imperiale, los espaguetis con mejillones y la pizza que lleva su nombre. Calibán es un cocinero malhumorado que reniega de él y gruñe todo el rato; Ariel viene a ser un camarero muy fino con dotes para el baile y el estilismo; Miranda es una joven tan ingenua como deliciosa y extravagante. Y la isla desierta en la que viven todos ellos desde que naufragó su buque, y de eso figura que hace ya un tiempo, es como un desván lleno de trastos.
Irina Brook, hija del director Peter Brook y de la actriz Natasha Parry, ha vuelto al Festival Shakespeare con una versión muy lúdica y fresca de esta comedia visionaria del bardo. Su versión se permite un montón de licencias al servicio del esparcimiento del espectador sin dejar de estar al servicio del original, pues al fin y al cabo, como dice Próspero, "estamos hechos de la misma materia que los sueños", así es que de eso se trata, de soñar y pasarlo bien. Irina y su compañía lo consiguen plenamente.
La trama es la misma y el desenlace también. Pero esta Tempête! está llena de temas musicales, de bailes, de trucos de magia sencillos pero muy eficaces, de malabares y acrobacias, de humor, en definitiva. Los personajes -una de las licencias es que estos quedan reducidos a media docena- son todos, y a su manera, encantadores. Una tempestad, pues, de lo más refrescante como inauguración de un festival que, pese a los cambios de fecha, de emplazamiento y de dirección en sus ocho ediciones, sigue ofreciendo propuestas francamente interesantes.
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