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UNIVERSOS PARALELOS
Columna
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El conflicto sin llanto

Diego A. Manrique

Ya está. Se acabó. Finalmente, uno puede salir de la tierra de nadie. A un extremo, los que vivieron el Mundial con el corazón en alboroto, juntándose para celebrar y maldecir. Al otro, los que reniegan de la comercialización impuesta por la FIFA, los que deploran el rebrote del nacionalismo futbolero, los que se avergüenzan del discurso de tantos gritadores de las ondas.

Por el contrario, hasta un profano pudo disfrutar con la cobertura escrita del Mundial (aunque de los textos desapareciera misteriosamente el país anfitrión, objeto inicial de algunos melindrosos reproches). Confieso haber consumido esos análisis, entrevistas y crónicas, mientras en mi cabeza zumbaba un tema de 1980: Games without frontiers, una de las obras cumbre de Peter Gabriel.

El fútbol, como sustituto de la pulsión guerrera, mostró sus poderes en la Primera Guerra Mundial

Ya sabemos que la canción se refiere a un concurso televisivo bastante tontorrón, Jeux sans frontières en la versión original, donde competían representantes de diferentes localidades europeas. Pero la genialidad de Gabriel estaba en combinar la aparente frivolidad musical, con los silbidos, y la crudeza de algunos versos, que sugerían Vietnam: "Meamos sobre los chinitos en la jungla". Se evocaban las desdichadas alianzas de la Segunda Guerra Mundial: "Suki juega con Leo, Sacha juega con Britt / Adolf enciende una hoguera, Enrico juega con ella" (referencia a Enrico Fermi, pionero de la energía nuclear). De alguna manera, Gabriel destacaba que las rivalidades eternas pudieran ahora ser suplantadas por competiciones relativamente inocentes: "Si las miradas pudieran matar, probablemente lo harían / en los juegos sin fronteras, la guerra sin lágrimas".

El fútbol, como sustituto de la pulsión guerrera, ya había mostrado su potencial en la Primera Guerra Mundial. Uno de los escasos momentos luminosos de aquella carnicería descomunal fue la Tregua de Navidad de 1914. Abrumados por la brutal novedad de la lucha de trincheras (en conflictos anteriores, las tropas contendientes se retiraban a los cuarteles de invierno cuando llegaba el frío), decenas de miles de soldados alemanes y británicos se atrevieron a juntarse para cantar villancicos e intercambiar regalos. Al año siguiente, se repitió el parón en la batalla, con una novedad: apareció un balón y se improvisó un partido entre reclutas bávaros e ingleses. Lo que no habría logrado la solidaridad proletaria lo consiguió "el juego maravilloso", aunque sólo fuera durante una pachanga fugaz y caótica.

Esas treguas tácitas fueron más comunes de lo que reflejan las historias oficiales. Los dirigentes de las naciones contendientes se apresuraron a tapar aquellos ceses de hostilidades, programando tormentas de artillería durante el 24 de diciembre y posteriores fechas "sensibles". Posteriormente, aquellos armisticios navideños fueron tratados como leyendas urbanas, hasta que se materializaron testimonios y fotos.

En algunas ciudades, se atesoró aquel recuerdo clandestino. Por ejemplo, en Liverpool, que sufrió enormes pérdidas humanas en ambos conflictos mundiales. En 1983, Paul McCartney retrató aquella confraternización, interrumpida por las bombas, en Pipes of peace. The Farm arrasó con All together now, que terminaría convertida en canción de estadios británicos. Los miembros del grupo, radicalizados políticamente, paladeaban la paradoja: la pieza se basa en la suntuosa partitura del Canon, obra del compositor alemán Johann Pachelbel. También quiero pensar que Peter Gabriel ansiaba algo más allá que ventas extra cuando grabó Games without frontiers en alemán, Spiel ohne grenzen.

Aquí, alguien sacará una tarjeta roja: la guerra del fúbol. Típicamente trivializado por el reportero polaco Ryszard Kapuscinski, aquel choque armado usó un encuentro entre selecciones como excusa para consolidar el poder de las elites en Honduras y El Salvador. Pero es cierto: con toda su fascinación, el fútbol no vacuna contra los odios ancestrales. La existencia de una vibrante Primera División federal no impidió las guerras en Yugoslavia.

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