El paisaje cubano de Lorca
Los tonos verdes y ocres del valle de Viñales fascinaron al poeta hace 80 años
Al terminar uno de los recitales de poesía que Federico García Lorca ofreció a su regreso de Cuba se tumbó sobre un sofá con la cabeza echada hacia atrás y cerró los ojos. Alguien aprovechó para preguntarle que dónde preferiría estar en ese instante. Él contestó sin vacilar: en los pinares del Occidente de Cuba. El valle de Viñales es la joya de esos pinares. A 180 kilómetros al oeste de La Habana, incrustado en la Sierra de los Órganos, se encuentra el famoso enclave de las serranías mogóticas, uno de los más impactantes paisajes de la isla, declarado por la Unesco patrimonio mundial.
Se cumplen 80 años de aquella visita en la que Lorca celebró la hermosura del valle pinareño, que, como él mismo dijo, le recordaba los pinares de Guadarrama. El viaje debe hacerse en coche desde La Habana, por la autopista nacional hasta el puente de Las Ovas. Allí se tuerce a la derecha y se atraviesa la carretera central, continuando viaje por una vía comarcal que desemboca en otra que va directa a Viñales. Comienza así el serpentineo entre vegas de tabaco y viviendas típicas de los guajiros (hombres de campo de la zona), y comienza así el desfile de la Cuba rural, con el esplendor de la actividad agraria, jinetes de piel curtida y sombreros de paja, campesinos en bicicleta, niños con pañuelo al cuello que vuelven de la escuela, mujeres meciéndose en los porches de las coloreadas casas de madera... Y, al contrario que en La Habana, aquí es fácil comer bien, y más si se tiene el privilegio de hacerlo en alguna casa particular.
Guía
Dormir
» La Ermita (www.hotel-la-ermita-cuba.com). Carretera de La Ermita. Pinar del Río. La doble, 44 euros.
» En Internet se pueden encontrar referencias de casas privadas que alquilan habitación, por ejemplo, en www.tripadvisor.es.
Información
» Turismo de Cuba en Madrid (914 11 30 97; www.descubracuba.com).
El viaje por carretera ha de hacerse con los ojos muy abiertos, para disfrutar la intensidad del verde de los pinares que la bordean y por las curvas cerradas que la forman. Entre curva y curva conviene echar a rodar la vista loma abajo. Un festival de tonalidades en el que las bocanadas de aire puro deben respirarse con anchura.
Un mirador que encanta
La vía pone al viajero frente a una disyuntiva: continuar viaje al centro del pueblo de Viñales, cosa que deberá hacer más tarde, o desviarse a la izquierda, hacia el mirador Los Jazmines. Esta opción es la más recomendable. Haciendo caso omiso del timbiriche en el que le tratarán de vender una Cuba y un Che de souvenir, siga hasta la veranda y asómese... Ahí está el paisaje cubano por el que suspiró Lorca en España. Sólo entonces se descubre por qué el valle de Viñales es poesía pura.
Impacta la robustez entrañable de sus mogotes (elevaciones típicas de la zona y únicas en la isla, unas formaciones calizas negras y grises que también se encuentran en China , Vietnam , Indonesia o Puerto Rico). Estas formas kársticas están llenas en sus alturas de dolinas (los hoyos de montaña) y en su interior desgajado se abren cavernas y desfiladeros. La paleta paisajística en la que se insertan no sólo es de verdes, sino también del rojo intenso de la tierra, el azul de los celajes y el naranja centelleante de los flamboyanes. Estos ofrecen cobijo al bajar las escalinatas hasta la piscina del hotel, donde se agradece un mojito. Ahí hay que sentarse a contemplar los cedros, ceibas y algarrobos cubanos, que contribuyen a formar una atmósfera cromática insuperable donde palmas barrigonas, ceibones, guanitos de sierra y otros endemismos puntean la perspectiva entre las plantaciones. Los mogotes forman parte del imaginario del cubano, que a veces los ha bautizado con nombres como la muela de la vieja.
Federico García Lorca pudo conocer gran parte de la isla caribeña aprovechando su actividad como conferenciante entre el 7 de marzo y el 12 de junio de 1930. En ese periodo de tiempo recaló en el valle de Viñales, y ahí se quedó impresionado con los mogotes.
Aunque el mirador Los Jazmines es el lugar desde donde mejor se disfruta el esplendor del valle, Viñales no acaba en esa fabulosa visión, sino que empieza. Otra visita recomendable es al Mural de la Prehistoria, en la zona llamada Dos Hermanas, por el parecido de dos mogotes. Para llegar, retomamos la carretera volviendo a dejar a la derecha el pueblo de Viñales, y así llegamos al mural del pintor cubano Leovigildo González, artista y científico discípulo del muralista mexicano Diego Rivera. Sus trazos permanecen fijados sobre una de las paredes rocosas, con dimensiones de 180 metros de ancho por 120 de alto. El mural narra los hábitos y la tradición de los primeros habitantes del extremo occidental del archipiélago. Figuras humanas, moluscos y reptiles marinos nos miran desde la elevación. Para que la perspectiva sea perfecta, nada mejor que echarse sobre la alfombra verde de hierba, que se extiende bajo el enorme farallón, a tomarse una piña colada, especialidad del bar restaurante que se encuentra a sus pies. Especialmente recomendable para almorzar, una de sus bandejas criollas.
La cueva del Indio
Antes de que caiga la tarde, atravesamos finalmente el pueblo de Viñales. Muchas de estas casas alquilan habitaciones, el modo más económico de hospedaje en Viñales. No paramos hasta llegar a la cueva del Indio, cuyo interior se recorre en bote por el río San Vicente, que la atraviesa. Las formas y figuras caprichosas de las estalactitas y estalagmitas sorprenden al visitante, y en algunas se aprecian restos de pinturas de las culturas cubanas precolombinas. No nos vamos sin degustar el guarapo (zumo de caña de azúcar), que se puede comprar a un lugareño a la entrada de la cueva. Con ron o sin él.
Si se desea añadir frescor y tranquilidad al recorrido, y obtener nuevas vistas del valle, nada mejor que un baño en la piscina del motel La Ermita. Otra visita entrañable es al interior de la cueva El Palenque de los Cimarrones, ambientada con reproducciones de la vida de los esclavos y con música en vivo. Cene allí su cocina criolla, especializada en arroces. Deje para la noche el recorrido a pie por el pequeño pueblo de Viñales.
» Luis Deulofeu es autor de la novela No llores ni tengas miedo, conmigo no te pasará nada (Egales).
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