Más de dos millones de viajeros sufrirán hoy la huelga de Metro
Solo la mitad de trenes prestarán servicio - Hay paros previstos hasta el miércoles
Carmen. Arquitecta. Siempre es puntual en sus reuniones. En el cartel, desplegado de techo a suelo, aparece Carmen sonriente en la última campaña de promoción con la que Metro de Madrid promete puntualidad británica: Llega rápido, llega a tiempo, llega donde quieras. La sonrisa de la tal Carmen se multiplica parada tras parada por la red que en días como hoy recorren 2,2 millones de usuarios. Pero si Carmen fuera hoy camino de su despacho a primera hora, quizá no sonreiría ni las tendría todas consigo para llegar a tiempo: hoy el metro está de huelga. Hoy solo funcionan la mitad de los trenes que utilizan esos dos millones largos de viajeros. Y, en el peor de los casos, la situación empeorará mañana cuando los sindicatos han prometido que recrudecerán la protesta para que ni un solo tren pise los 284 kilómetros de raíles de la red.
"Combinaré coche y tren para llegar al trabajo", dice una usuaria
"La negociación será difícil", admiten fuentes cercanas a la dirección de Metro
Hace 23 años desde la última vez que la empresa se saltó los servicios mínimos
Metro es la única empresa pública que no debe recortar solo de los sueldos
La convocatoria afecta a todas las líneas, excepto a los metros ligeros de Boadilla y Aravaca (ML2 y ML), cuyas plantillas están gestionadas por empresas privadas. La huelga parte de los cinco principales sindicatos de Metro (Sindicato de Conductores, CC OO, UGT, Solidaridad Obrera y Sindicato Libre), unidos y en armas contra el recorte de sueldos que el Gobierno central aprobó para los funcionarios y que el Gobierno regional ha ampliado a otros trabajadores del sector público que se rigen por convenios colectivos. Su convenio, aprobado hace un año también tras una huelga, se ha convertido estos días en un texto sagrado al que no están dispuestos a renunciar.
A un lado, quedan las peticiones de la plantilla de Metro. Del otro, las exigencias de recorte del Ejecutivo regional. En el medio, los millones de viajeros que hoy tendrán que replantearse cómo llegar a tiempo y ser puntuales como la risueña Carmen. Usuarios como Marcos, un relaciones públicas de 33 años que pide figurar sin apellido y que hoy tendrá que madrugar más. Cada día viaja a las 7.45 desde la estación de Ibiza hasta Plaza de Castilla por la línea 9, donde camina 10 minutos hasta su oficina. En plena hora punta. "Lo peor es que suele ir muy lleno, no quiero ni pensar cómo vamos a viajar de apretados con la mitad de trenes", reflexiona. Marcos, que hoy saldrá antes de casa, defiende la huelga: "Tienen todo el derecho del mundo a protestar; si consideran que es injusto, que lo peleen. Sí les pediría que respetasen los servicios mínimos para que el metro siga funcionando". Puede que mañana su petición ya no se cumpla.Los sindicatos de Metro llevan días caldeando el ambiente. Empezaron justo después de que la Comunidad de Madrid anunciara que la plantilla del suburbano (unos 7.600 trabajadores) sufrirá el recorte de sueldos que Madrid ha ampliado a todos los trabajadores del sector público. El Gobierno regional los incluyó en el recorte y se levantaron en armas. El jueves 17 de junio aprobaron esta huelga, prevista hasta el miércoles. Y ese mismo día anunciaron en una nutrida asamblea de trabajadores que dinamitarían los servicios mínimos desde mañana martes o, lo que es lo mismo, que mañana intentarán que no salga ni un solo tren.
Los sindicatos de Metro proclaman que están dispuestos a todo. "¡Pondremos Madrid patas arriba!", "¡vamos a cerrar el metro!", "¡haremos que arda la ciudad!", prometían a voz en grito el jueves pasado frente a la Asamblea de Madrid. Esa tarde, más de 3.000 empleados públicos (la mayoría, trabajadores de Metro) escenificaron la primera protesta masiva por los recortes.
Entre pitidos y promesas, el conductor José reflexionaba entonces que será difícil que los ciudadanos les entiendan si realmente bloquean el metro. "Será complicado razonar con los viajeros, que cuando vienen a hablarte ya están muy cabreados y es normal". José secundará la huelga "con todas sus consecuencias", advierte. Y si la consigna es saltarse los servicios mínimos, se los saltará. José, de 34 años, está empleado en el metro desde hace dos. Su sueldo está cerca de la media de la empresa -cobra unos 1.900 euros mensuales, la media es de 2.000-. Libra uno de cada sietes fines de semana y cambia cada día de línea y de recorrido porque es uno de los más nuevos de la plantilla. Hoy está convocado como servicios mínimos y recorrerá la red en su cabina sin rechistar, pero mañana está dispuesto a quedarse en casa aunque le vuelvan a reclamar en su puesto. Forma parte de la casta de los conductores, el tercio de la plantilla que mueven los trenes y que pueden materializar la amenaza de pararlos.
La última huelga fue el año pasado. Pero hay que remontarse décadas hasta la última vez que los trabajadores se saltaron los servicios mínimos. Fue en 1991. Los conductores y sus protestas colapsaron durante varios días seguidos la ciudad.
En aquellos días, Madrid cambió los viajes de un suburbano casi parado por miles de coches en fila que se agolpaban aún más que un día corriente en las arterias de entrada de la capital. Hubo unas 300 sanciones a conductores por incumplir los servicios mínimos y Metro abrió más de 600 expedientes a los huelguistas, que no temen repetir un escenario parecido 23 años después.
"Lo podemos hacer porque hay una gran unión, y la hay porque cada uno de nosotros sabe que, si tiene un problema, el resto le va a respaldar", asegura José. Si medimos la unión por el número de afiliados, el conductor tiene razón. Alrededor del 90% de los maquinistas de Metro de Madrid están sindicados. Dos de cada tres trabajadores de la plantilla total del suburbano (el 65% de los 7.600, según estimaciones de CC OO y UGT) también secundan y pagan cuotas a una fuerza sindical. En ambos casos están a años luz de la media de sindicación de España, donde poco más del 17% de los trabajadores se afilia, según la última Encuesta de Calidad de Vida en el Trabajo realizada en 2008.
Son muchos, están unidos y manejan un servicio fundamental para comunicar Madrid. Hoy habrá más autobuses urbanos y más trenes de Cercanías para intentar suplirles, aunque ambos sistemas disponen de poco margen de maniobra en las horas de más demanda, cuando los madrileños van al trabajo o vuelven a casa.
A las 7.30, por ejemplo, la flota de autobuses de la Empresa Municipal de Transportes (EMT) funciona al 93% de su capacidad y con todos sus vehículos en la calle, según datos oficiales. Desde Renfe explican que la red de Cercanías aparcará trenes de reserva en Móstoles, Atocha, Príncipe Pío, Chamartín o Coslada. Saldrán de las cabeceras en función de la demanda para viajeros que, como Elena, cambien el metro por el tren.
Elena (que pide figurar sin apellido) es una funcionaria judicial de 26 años. Normalmente viaja en metro de Lacoma a Alonso Martínez (líneas 7 y 10) y llega a a su trabajo a las nueve de la mañana. Hoy saldrá de casa "un cuarto de hora antes", explica. Tendrán que acercarla en coche hasta la estación de Cercanías de Pitis y de allí viajará en tren hasta Recoletos. Prefiere no arriesgarse a coger el metro (en su caso pasaría cada 10 minutos en lugar de cada 5) para estar a tiempo en la oficina. Si hoy llega tarde, Metro no le facilitaría un justificante. Un portavoz de la empresa explica que los servicios mínimos están publicitados. Si no se cumplieran, añade el portavoz, los viajeros sí tendrían derecho a una justificación por escrito de su retraso.
Pero Elena no se va a arriesgar. A ella le bajará el sueldo seguro por ser funcionaria. Pero asegura que entiende la protesta de Metro. "Los trabajadores tienen razón", señala.
El matiz entre su situación como funcionaria y la de la plantilla de Metro es el convenio colectivo. Ese que los empleados del suburbano firmaron en 2009 y que preveía 100 euros de subida para este año. Los trabajadores de Metro se aferran a que otras empresas públicas de transportes (como Renfe, AENA o la EMT) no tendrán recortes de sueldo. Y acusan a la Comunidad de Madrid "de incumplir la legalidad" al plantear sus rebajas, según Teodoro Piñuela, portavoz de UGT. Por eso rechazan cualquier atisbo de acuerdo.
Los trabajadores no quieren negociar y la empresa aún no lo ha intentado formalmente. El proyecto de Ley de Medidas Urgentes que incluye todos los recortes se aprobará previsiblemente esta tarde. En los últimos días ha habido contactos -siempre informales y con los sindicatos por separado- para tantear un terreno que, de momento, parece resbaladizo. "La negociación será difícil porque va a suponer abrir el convenio en canal", opina una fuente cercana a la dirección de Metro.
Frente al resto de empresas públicas afectadas por el recorte (Canal de Isabel II, Telemadrid, Avalmadrid y Mintra), Metro parte con una ventaja aprobada en el último momento. El viernes, la Comisión de Hacienda de la Asamblea de Madrid dio el visto bueno a que los ocho millones que debe recortar este año Metro no salgan íntegramente de los sueldos. Una disposición adicional permite hacer las rebajas de otras partidas de gasto de personal, como la formación o las prejubilaciones, para tocar menos los salarios.
Los sindicatos ya han advertido de que no les sirve. No es una cuestión de euros, dicen, sino de un convenio que no están dispuestos a sacrificar.
Con el metro a medio gas durante toda la mañana, esperan que la Comunidad les saque de los recortes a primera hora de la tarde. Si no ocurre, amenazan con proseguir la huelga de modo salvaje hasta el miércoles. Y no pararán ahí. Ya han presentado los permisos (hay que hacerlo con un mínimo de 10 días de antelación) para convertir la protesta en indefinida a partir del 1 de julio.
A medio gas
- Solo la mitad de los trenes circularán hoy por los 284 kilómetros de red.
- El paro excluye a las líneas de Metro Ligero de Aravaca y Boadilla (ML2 y ML3).
- Metro no facilitará justificantes a los trabajadores que lleguen tarde por la huelga. Solo lo harán si su plantilla incumple los servicios mínimos.
- Los servicios mínimos incluyen al menos un trabajador de Metro por vestíbulo, lo que garantiza que todos los accesos al suburbano estén abiertos. Desde la empresa advierten de que, si esos mínimos no se respetan, puede haber vestíbulos cerrados al público.
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