EB y la nueva cultura de la izquierda
La asunción por parte de Zapatero de los postulados neoliberales y la renuncia a lo que había sido el eje de su Gobierno supone una claudicación que, junto a la del resto de socialdemocracia europea, (Sócrates y Papandreu) y unida al generalizado retroceso electoral, ha barrido a esta izquierda del mapa, que además ha dado un paso atrás cuando más se la necesitaba. La caída del Muro descolocó a la izquierda europea y dejó a la socialdemocracia como referente de la izquierda, que hoy se ha visto desbordada. Los mercados, la OCDE, el FMI y la UE han actuado como hermanos fossores y han expedido el certificado de defunción.
¿Podemos seguir pensando en la izquierda, podemos pensar que ante esta situación existe una salida por la izquierda y, aún más puede pensarse en un futuro en que el poder político, democrático y ciudadano no esté sometido al poder de los mercados? Muchos pensamos que sí que hay espacio para la izquierda, en otra ocasión podemos desarrollarlo.
EB no va a dejar de ser, triunfe quien triunfe, un partido de notables
Pero no sólo desde este punto de vista debe la izquierda hacer una revolución belmontina, cambiar las distancias y pisar terrenos nuevos. La propia concepción de partido y su apertura a la sociedad impone un ejercicio ético y transparente de la política en las instituciones y dentro de los partidos que genere credibilidad y, siguiendo con el símil, vuelva a llenar los tendidos. La sociedad del conocimiento, la revolución en las comunicaciones impone un nuevo concepto de relación de los partidos con el poder que supone el replanteamiento del afiliado o el militante. El estado de la tecnología actual permite el debate y la aportación continua de ideas y de acuerdos, permite además el control continuo de las direcciones de los partidos y sus representantes institucionales, no sólo por el militante tradicional, sino por toda la sociedad, que de esta manera puede implicarse en la actuación política, y permite que los partidos cumplan su función constitucional más. Todo esto exige de los partidos transparencia y no tener miedo a la participación.
Centrándonos en Euskadi, y dejando para otro día a aquellos partidos que tienen la transformación social como segundo equipo, Aralar o la izquierda abertzale, en la izquierda sólo podemos hablar de EB y Alternatiba. Entre estos últimos, EB ha sido protagonista en los últimos 20 años. ¿Es capaz de asumir esta nueva cultura?
Su trayectoria reciente, como báculo del Gobierno vasco y manteniendo un seguidismo a ultranza del PNV en el resto de las instituciones, que desembocó en la escisión más importante, Alternatiba, se pretendió dar por terminada y fue objeto de autocrítica en la convención de febrero, con una nueva apuesta por postulados de izquierda que habían sido abandonados. Baste recordar su actuación en la mesa de la Juntas Generales de Guipúzcoa, plegándose a la voluntad del PNV de reducir el tipo del Impuesto de Sociedades.
Haciendo profesión de fe, podemos pensar que el primer paso, recuperar la transformación social como objetivo, está en la mira de Ezker Batua, al menos formalmente, y no es el poder por el poder, o por financiar la organización, o por premiar y asegurar la lealtad de los fieles al coordinador lo que justifica el proyecto político.
En cuanto a un concepto de partido moderno, ¿es capaz EB de asumir esa transformación que juzgo necesaria? Pues no. Los hechos son tercos. La situación actual de la coalición ofrece la respuesta si analizamos algunos datos objetivamente.
En primer lugar, cuál es el objeto de la batalla entre las dos facciones. No hay diferencias políticas, ni siquiera de estrategia. La única diferencia estriba en el control de los censos y en el de las cuentas corrientes. Es decir, EB no va a dejar de ser, triunfe quien triunfe, un partido de notables, una mera maquinaria electoral, cuyos recursos serán manejados por quien controle los censos, para poder construir mayorías en las asambleas
Han acordado los bandos en contienda en los últimos días un muro de silencio, que conviene a ambas partes del conflicto, que atenta directamente contra la transparencia y la participación de militantes y sociedad, en beneficio del control, si así puede llamarse, de un pequeño grupo de condottieri que representan a cada partida de las facciones.
No quiero terminar sin referirme a las actitudes de ambas partes. La del sector de Madrazo, no sorprende. Hemos asistido a la utilización al menos cuestionable de los censos; la utilización de recursos provenientes del Gobierno vasco para premiar a fieles y fidelizar a tibios, incluso enemigos; hemos visto a sindicalistas de Hernani y concejales de Durango aplaudir ante despidos y depuraciones, pero para eso les votaron, ese era su programa y con él ganaron la VII Asamblea.
Pero los otros, los oficialistas, esos sí sorprenden. Sorprenden cuando piden transparencia en los censos después de ver lo que vimos en Guipúzcoa: militantes adscritos a varias asambleas, materialización de asambleas fantasmas. Sorprenden cuando se quejan de las expulsiones por haber renunciado a su dignidad firmando ese documento, sometiendo su libertad e independencia en el partido. En el pecado llevan la penitencia. Sorprenden cuando hacen protesta de las expulsiones, cuando en Guipúzcoa expulsaron de la Permanente a un miembro crítico, simplificando, por ser discapacitado. Que estos ataquen a Madrazo por estas causas me parece, cuando menos, una felonía, una traición y una bajeza.
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