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Análisis:EL ACENTO
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Hablemos de baloncesto

Siete segundos no son nada y cinco décimas de segundo, menos que nada. Un estornudo dura incluso más, y ¿qué diablos puede hacerse en ese tiempo tan minúsculo del que no se tiene conciencia alguna? Pues ganar la liga ACB de baloncesto. Lo hizo el Caja Laboral el martes. A menos de un minuto del final, el Barcelona le llevaba cuatro puntos de ventaja. Quedaban siete segundos y había conservado la distancia de una canasta. Fue entonces cuando le llegó el balón a San Emeterio, el alero cántabro, el único español del equipo de Vitoria.

El Barcelona había llegado a la final como indiscutible favorito, tras una temporada en que sus jugadores funcionaron a una altura de vértigo y se llevaron la Copa del Rey y la Euroliga con clase y autoridad, y con una belleza de juego que hipnotizaba, pues conseguían que todo fluyera y que las cosas parecieran tremendamente fáciles. El Caja Laboral les plantó cara en el mismísimo Palau y les ganó las dos primeras veces en partidos poco aptos para enfermos del corazón.

Y llegó el tercero, en Vitoria, donde podían decidirse las cosas. El Caja Laboral siguió fuerte, pero el Barcelona empató casi al final del tiempo reglamentario (y luego no se pitó el tapón que Morris le hizo a Eliyahu). Hubo prórroga. Con el pálpito habitual de que, una vez más, terminarían por imponerse los favoritos. El Barça ganaba cuando quedaban siete segundos.

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Recibió entonces la pelota San Emeterio. Dusko Ivanovic, el entrenador del Caja Laboral, quiso prescindir de él a lo largo de la temporada, pero el jugador terminó por incorporar la consigna con la que no dejó de machacarles todo el rato el propio técnico: "Nada es imposible". Con esa mentalidad, aprovechó el martes esos siete segundos de nada para avanzar como una fiera, colarse en el área de los rivales, suspenderse en medio de la selva de defensores y encestar. Morris le dio un golpe, pitaron la falta, así que le quedaba un tiro libre y menos de cinco décimas: no le tembló el pulso. Es la grandeza del baloncesto: todo puede cambiar en unos instantes; mientras que en otros deportes, aunque tu equipo domine, hay signos que permiten augurar la tragedia antes de que se cumplan los 15 minutos.

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