Tiranía de los micrófonos
En todos los espectáculos de Suma Flamenca en los que he estado, la amplificación ha sido abusiva y perjudicial tanto para los cantantes como para los instrumentistas; también para los bailarines. La obsesión por los suelos amplificados por microfonía y por el volumen exagerado, aplana los matices, borra los estilos, vulgariza el producto. Tal daño es responsabilidad de técnicos y organizadores. El público a la salida, siempre, se ha quejado. Dicho esto, digamos que otra noche habría sido si tanto Pastora como Grilo hubieran gozado de un poco de compasión acústica. Ellos son dos artistas estupendos, con personalidades acusadas y unas maneras que distinguen, cada uno en lo suyo, a su aire. Las luces impecables, la danza de mérito.
Mano a mano
Baile: Pastora Galván y Joaquín Grilo. Cante: David Lagos, José Valencia y Carmen Grilo; guitarras: Ramón Amador, Miguel Pérez y Juan Requena; luces: Ada Bonadei. Suma Flamenca. 16 de junio.
Pastora Galván poco a poco se adereza en escena, se calza y se acomoda un mantoncillo azul de flecos, luego se corona con una enorme flor roja. Así complementa un baile sesgado en el que se siente la mano coreográfica de su hermano, un dibujo de brazos excéntricos que busca ser personal.
Joaquín Grilo, hoy maduro en porte, abre su estampa con la metáfora de la marioneta que se libera de cuales hilos; en él hay una elegancia innata y algo peculiar, no exenta de un humor oscuro y propio. Tiene una vertical poderosa y un acento algo canalla que le lleva a la improvisación jazzeada, a su libertad gestual, desde donde genera una mímica viril y rica por la que ya hoy ofrece su avatar.
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