Ruido y nueces
Es la tercera vez que me acerco a Redux, obra críptica, compleja y metafórica. Verla es como entrar en una casa de espejos nada complaciente y donde acecha un vértigo de imágenes deformadas cada vez diferentes, cada vez intensas. Con sus defectos tan evidentes como sus aciertos, Redux va entrando en el espectador paciente y su reducción (en el sentido analítico) va asimilándose a la recensión.
Israel Galván está lejos ya de aquel artista distanciado, orgánico y muy prometedor para dar paso a una figura contundente, rupturista y amarga que se impone por derecho. La imaginería a la que acude, donde no falta el Ecce Homo retorcido a lo Berruguete como tampoco el Pulcinella doliente y con giba que ya pintara Tiepolo, resulta de una mímica obsecuente a su sino trágico.
EL FINAL DE ESTE ESTADO DE COSAS, REDUX
Baile y coreografía: Israel Galván; dirección artística: Pedro G. Romero; dirección escénica: Txiki Berraondo.
Suma Flamenca. Teatros del canal. 11 de junio.
Hoy la comparación hiperbólica y recurrente de Galván con Vicente Escudero resulta ya ociosa, casi perversa. A fuerza de extrañar el producto, lo enrarece deliberadamente en busca del estilo. Es así que en el extranjero, festivales y teatros se pirran por esta obra y por el todo Galván, entendido como una performance que aúna sobre tendencias más o menos actuales de las artes visuales al uso, un baile flamenco de calidad intrínseca. Usa su talento para friccionar con la estética sobre la ética del arte teatral flamenco, una vulneración esmerada, consciente y dibujada sobre la aguda geometría del esperpento clásico. Narcisista hasta la extenuación, su público le venera.
Pero ¿qué propone esta narración neodadaísta más allá del efecto brutal? Convulso en su propia desmesura, Galván ha llegado para quedarse e influenciar. Algo que está por ver es cuánto y cómo ese cierto tremendismo a lo Solana, de trazo negro y grueso, se instala y perdura. El artista bucea en esa especie de abismo conceptual, con plenitud de facultades, técnica sobrada y gustando de la gravitación hacia el caos, martirologio procesional con cirineos o penitentes guitarreros, cajón de sastre donde cabe un tambor, la salve rociera, el travestismo espeluznante, la botella de anís y el ataúd. ¿Está preparado el teatro-danza flamenco para asimilar a Israel Galván? Pues por fuerza, sí.
Sigue sin gustarme (y en cierto sentido resultando inaceptable, aunque suene a políticamente incorrecto) la manera en que Israel bailarín intenta demonizar al Israel país a través del dolido y respetable testimonio de una bailarina libanesa. Es algo traicionero el planteamiento, sesgado. Si Yalda Younes tiene que defenderse, los israelitas también gozan de múltiples y variados enemigos.
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