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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Controvertidos ajustes

El G-20 apoya la austeridad fiscal mientras crece la preocupación por sus efectos en el crecimiento

La reunión de los ministros de Finanzas del G-20, preparatoria de la cumbre que se celebrará a finales de mes en Toronto, ha constatado la dificultad para asegurar la recuperación de las economías avanzadas. Como viene ocurriendo desde el inicio de la crisis, el crecimiento económico mundial sigue sin estar liderado por la OCDE: son algunas economías emergentes las que más aportan a la demanda global.

Más allá del respaldo formal a los planes de austeridad fiscal asumidos por los gobiernos de algunas economías europeas, las diferencias acerca de su conveniencia para asegurar la recuperación económica mundial han sido manifiestas. Las pretensiones iniciales por calmar a los mercados de bonos se están traduciendo en dudas manifiestas sobre la compatibilidad de aquellas con un crecimiento económico mínimo. Los mismos mercados financieros que recibieron esa suerte de tributo en términos de promesas de disciplina fiscal renovada, inmediatamente después del Ecofin del 9 de mayo, siguen reaccionando con significativos aumentos de la prima de riesgo de las economías más endeudadas.

Razones tienen, por tanto, los ministros de Finanzas del G-20 para abordar igualmente como destacada prioridad la estabilización de unos mercados financieros muy distantes del comportamiento basado en la racionalidad y eficiencia que se les supone. Fue precisamente la revisión de las causas de la inestabilidad financiera -las lagunas reguladoras e incentivos perversos que desencadenaron la crisis todavía vigente- lo que legitimó la elección del G-20 como la instancia más adecuada para introducir una regulación financiera global y coordinar igualmente las decisiones tendentes a escapar de la más severa crisis desde los años treinta. El establecimiento de una tasa bancaria forma parte de las primeras iniciativas y de las más esperadas por los contribuyentes de todas las economías avanzadas que han visto hasta la fecha cómo es el dinero público el que está oxigenando a unos sistemas bancarios que no siempre contribuyen a la normalización del crecimiento económico.

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Haría bien la delegación española, que en Toronto representará también a la UE, en facilitar esa todavía pendiente distribución de algunos de los costes de la crisis. Mientras, Europa sufrirá las consecuencias de aplicar unas terapias más estrictas y ortodoxas que el gobierno de la economía en la que se desencadenó la crisis.

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